jueves, 25 de septiembre de 2008

Una canción para todo momento



Soy Beatle-maniática desde octavo de EGB (eso que había antes, cuando los dinosaurios poblaban la tierra). Cuando los CD eran el no va más de lo moderno mi madre trajo a casa el White album (1968) y fue toda una revelación, aquellos chavales me fascinaron y para mi con ellos se acabaron todos los grupos musicales del momento. Viví los ochenta pero odiaba la movida, me parecía hortera y desfasada, yo solo quería a los fabfour de Liverpool y como si fuese una Mafaldita cualquiera les ponía los discos a mis amigos y mis amigos me mandaban a la mierda. Gracias a ellos empecé a escuchar la música que aun me gusta: The Who, Rolling Stones, Pink floyd, Led Zeppelin, Queen, David Bowie...me convertí en una popi, con mis chapas enormes en la maleta y la carpeta forrada con un dibujo psicodelico horrible de John Lennon que aun conservo debidamente enmarcado pese que sé que hace daño a la vista.
Quince años después los sigo escuchando, me puse triste cuando George Harrison, el hombre tranquilo del grupo y mi Beatle favorito murió tan relativamente joven...tengo posters, vinilos y figuritas que pueblan mi casa. Siempre seran mi grupo favorito, la banda sonora de mi vida. Tienen una canción para cada momento, para cualquier estado de animo. Estos días que las cosas andan revueltas me siento en el sofá con las luces apagadas y pongo una buena selección de canciones para alejarme de las pequeñas mierdecitas cotidianas.
Fuera la gente pude gritar, enfadarse e intentar sacarme de mis casillas con niñatadas como castillos. Dentro todo da igual. En mi cabeza una voz casi amistosa canturrea algo familiar

I look at the world and I notice it's turning
While my guitar gently weeps
With every mistake we must surely be learning
Still my guitar gently weeps

I don't know how you were diverted
you were perverted too
I don't know how you were inverted
no one alerted you

Y las cosas se vuelven fáciles.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Una pausa romantica



Boca que arrastra mi boca.
Boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Miguel Hernandez


Aun no era de noche, pero una luna llena casi transparente se dejaba ver en un trozo de cielo turquesa. La brisa fría anunciaba el invierno y arrastraba las hojas secas de los tiestos. Merecía la pena estar allí pese a que los dos larguísimos tramos de
escaleras que había tenido que bajar a la pata coja la habían dejado hecho un trapo.

Apoyó la espalda contra la pared y se fue dejando caer, usando las manos como freno hasta que estuvo sentada en el suelo, colocó la pierna izquierda de manera que no rozará con nada. Cuando se hubo acomodado se enrolló en la manta y aspiró hondo, tratando de recuperar el aliento.

Era la primera vez que veía algo de la casa que no fuera su habitación, estaba en un patio cuadrado con el suelo cubierto de losas de barro cocido, muchas estaban sueltas, rotas o simplemente faltaban. La pintura color albero de las paredes estaba completamente cuarteada, como una tierra reseca desde hace mucho. Aquí y allá macetones polvorientos soñaban con jazmines nuevos, porque de los que una vez vivieron en ellos solo quedaban unos tallos grises y tiesos. En el centro se veía claramente el hueco de lo que una vez debió ser una fuente. Resultaba desolador ver una casa tan hermosa languidecer de aquella manera. Sin duda su dueño era una persona muy peculiar, Nicasia se hacía miles de preguntas sobre aquel sátiro sonriente y ávido lector. La que más le interesaba era que pensaba hacer con ella, le resultaba muy difícil comprender que lo había llevado a complicarse tanto la vida por una desconocida, aunque todo era mucho más verosímil cuando esa desconocida era la nueva jefa de la Corte Oscura. Quizás tantos desvelos tuvieran detrás alguna intención oculta. De hecho que nadie supiese que estaba allí la inquietaba, quizás fuese un rapto, los dioses sabían que ella aun no estaba en condiciones de escaparse y que tardaría mucho tiempo en ser capaz de hacerlo. Apoyó la cabeza contra la pared. Las estrellas comenzaban aparecer, encendiéndose una a una, todo era demasiado bonito para comerse la cabeza con cuestiones de ese tipo. Al mirarlas y sentir el viento cargado de olores comprendía perfectamente porque los primeros knockers habían abandonado las Ciudades de Piedra. Bajo tierra no había tanta belleza.

La puerta de entrada crujió y se abrió pesadamente, la silueta de Marsias se dibujo en el zaguán. El sátiro encendió una lamparilla y empezó a caminar hacia las escaleras con desgana, avanzaba con los hombros caídos, arrastrando las pezuñas. Al descubrirla dejo ver una sonrisa cansada.

-Vaya ¿Has sido capaz de llegar hasta aquí tu sola? Eso solo puede ser bueno-Le dijo con un tono jovial.

-Quería salir de la habitación, me agobia.

-¿No tienes frió aquí abajo?-Pregunto Marsias frotándose los brazos con un escalofrió.

-Estoy bien-Respondió encogiéndose de hombros.

-En ese caso déjame que vaya a por algo para entrar en calor- Entró en un cuartillo, al salir llevaba una manta sobre los hombros, una botellas de barro cocido y dos vasos. Se sentó junto a ella dejándose caer pesadamente.

-Un día malo bien merece que lo remojen- El sátiro sirvió los dos vaso y le ofreció uno-Celebremos que te has escapado de la cama.

Nicasia aceptó el vaso que le ofrecían y contemplo su contenido desconcertada.

-Es licor de guindas, ya verás cómo te gusta. Además no lo he envenenado ni nada.

La knocker agacho la cabeza molesta.

-No era mi intención ofenderte.

-Hoy te costarán trabajo hacerlo, el listón está bastante alto- Marsias alzó su vaso-Por los días horribles.

Ambos brindaron y vaciaron los vasos con ganas, el líquido hormigueó en su garganta y le lleno los ojos de lágrimas. El sátiro volvió a llenarlos a toda prisa y vació el suyo sin muchas ceremonias.

-Nunca hubiese sospechado que tu casa fuese tan grande.

-Tras la puerta verde del fondo hay un jardín enorme. Ya debe ser una selva.

-No es que lo visites mucho entonces.

-Hace años que no lo hago, si sigues por ese camino conseguirás que la conversación acabe de deprimirme. No es un tema que me agrade.

-¿Por qué has tenido un día horrible?

Marsias volvió a llenarse el vaso, su mirada tenía un tinte triste.

-Pasamos de un tema desafortunado a otro-El sátiro se bebió su tercer vaso-Por que hay gente que cree que pagar te da derecho a demasiadas cosas. Entre otras cosas a olvidar que deben tratarte con algo de respeto.

Nicasia dejó su vaso en el suelo e hizo a su anfitrión una mueca extraña, mientras dibujaba garabatos con el dedo sobre el polvo.

-No entiendo demasiado tu trabajo. ¿Quién querría pagar por ponerse encima a un macho?

El sátiro la miro maravillado.

-Estas de broma…

-¿Por qué? ¿Acaso crees que no sé de lo que hablo?

-Creo que está bastante claro que no…

Unos ojos llenos de rencor lo taladraron cortando en seco la frase.

-¿Qué vas a decir tu? Eres un macho.

-Olvidaba que vienes de la Ciudad de Piedra

La knocker se sobresaltó al escuchar esas palabras

-¿Cómo lo sabes?

-Me lo has dicho tú. Llevo días oyéndote delirar y siempre en lengua goblin

-No soy un goblin-Contestó Nicasia poniéndose a la defensiva.

-No eres del todo un goblin-Corrigió Marsias -Pero algo eres, te delata tu sonrisa, es demasiado afilada. Por eso vivías en la Ciudad de Piedra, eres mestiza.

La peliblanco se apartó un poco de él como pudo, con calma. Quizás era el momento de pensar en la huida.

-Tranquila-dijo el sátiro al ver su reacción-Si hubiese querido entregarte, lo habría hecho cuando estabas mucho mas indefensa.

-Sigo estando bastante indefensa.

-Esa pierna no te detendrá si decides hacerme daño, soy consciente de ello, te he visto defenderte.

-¿Entonces qué planeas hacer conmigo? Nadie pagará un rescate por mí, y si lo hicieran no lo aceptaré, no seré la marioneta de nadie ¿Piensas hacerme chantaje?

Marsias se rasco la cabeza y resopló cansado, había sido un día feo y desagradable, no le apetecía tener que justificarse. Aun así, en su situación las dudas de la knocker no eran del todo injustificadas. Se llevo la mano derecha al pecho con un gesto solemne

-Juro por mi corazón y por la cenizas del espino, juro por el trono del cerezo y por el otro lado del cielo que jamás usaré lo que sé sobre Nicasia para perjudicarla ya sea de manera directa o indirecta. Su secreto será también el mío. Aquí y ahora lo juro para siempre.

Bajo su mano surgió una luz dorada que tomó la forma de un pájaro resplandeciente. El ave dio un par de vueltas sobre sus cabezas, después se posó en el hombro de Nicasia, apagándose lentamente hasta desaparecer por completo. El sátiro se puso serio.

-Si alguna vez falto a ese juramento, moriré. Lo sabes ¿verdad?

La knocker no contestó, era incapaz de hablar. Un temblor incontrolable se había apoderado de su boca, le trababa las palabras, trato de decir algo un par de veces sin llegar a decir nada. Acabo por bajar la cabeza, tapándose la cara con las manos, respirando como si le faltase el aire. luchaba contra las lágrimas a brazo partio. Marsias no salía de su asombro, tardó un momento en comprender lo que pasaba.

-¿Es que nadie ha hecho nunca nada por ti de forma desinteresada?

Un largo sollozo, un ruido casi animal le respondió, Nicasia lloraba como si algo en su interior se hubiese roto de golpe. Había cruzado las manos sobre el pecho, abrazándose a sí misma y se balanceaba al ritmo de un llanto que parecía llevar siglos encerrado en un espacio muy pequeño. Un par de senderos de agua cruzaban las espirales de sus mejillas. Marsias la miraba conmovido, en un principio la había recogido un poco como quien rescata a un gato perdido, sin pensarlo demasiado. Ahora miraba a su huésped de otro modo ¿Cuántos años tendría? Con los knockers era difícil saberlo y había vivido con los goblins, que no tenían fama de cariñosos. Posiblemente llevaba toda su vida abriéndose paso a golpes. Se acercó a ella despacio, la abrazó y no dijo nada hasta que pasó un rato.

-No entiendo nada-Tartamudeo Nicasia sorbiendo con la nariz-¿Por qué haría nadie esto por nada?

Marsias le acaricio la cabeza, su pelo tenía el mismo tacto que un montón de paja. La knocker temblaba.

-Acabaras por entenderlo, con el tiempo. Son cosas que no merece la pena explicarlas-La obligo a mirarle cogiéndole la cara por la barbilla y dos pupilas azules brillaron en un rostro confuso, era la primera vez que la knocker parecía realmente guapa.

Marsias le beso los labios. Definitivamente fue una mala idea, antes de que pudiese explicarse como lo había logrado había saltado de sus brazos con un movimiento de animal asustado. Cuando el peso del cuerpo cayó sobre la pierna herida, gimió y se derrumbo en el suelo agarrándose la pantorrilla, Marsias se apresuró en ayudarla pero lo freno una mirada feroz.

-Si lo quieres como agradecimiento es eso, no lo conseguirás. Antes me arranco la lengua de un mordisco ¿Entiendes? Nunca más- Aunque la voz se le ahogaba de dolor había tal firmeza en ella que el sátiro no dudo de que era perfectamente capaz de hacer lo que decía. Se quedo quieto y hablo con calma.

-Mírame Nicasia ¿Tan feo soy?

La knocker negó con la cabeza demasiado dolorida para contestar de otro modo.

-¿Es que no soy de tu agrado?

Ella volvió negar

-Entonces ¿Qué tiene de malo un beso?

Esta vez no hubo respuesta y el sátiro se acerco tranquilamente. Puso sus manos sobre la herida y recito un par palabras en una lengua extraña, el dolor se mitigó hasta volverse soportable. Nicasia se incorporó aun desconfiada. En su cabeza un torbellino de ideas confusas amenazaban con asfixiarla, deseaba poder esconderse hasta quedarse en calma. En su lugar de eso, ante ella tenía a aquel personaje desconcertante que la estaba desarmando a pasos de gigantes.

-Déjame besarte. Solo una vez. No lo hagas por obligación, hazlo porque quieres.

Aquel argumento no parecía convencerla demasiado.

-Solo una vez, pararé si no te gusta y nunca más volveré a intentarlo.

-¿Por qué debería hacerlo?

-No hay por qué para un beso.

Marsias puso sus labios sobre los de Nicasia, solo un roce, solo un momento. Luego se volvió a mirarla.

-¿Te parece ahora tan terrible?

-Puede que no.

-¿Puedo repetir?

Esta vez encontró menos tensión, la knocker se dejó abrazar inmóvil, tan asustada como cuando había tumbado al redcap. Marsias dejo sus labios y le beso la punta de una oreja, Nicasia dio un pequeño respingo pero también dejo escapar algo parecido a una risa. Se había puesto tan colorada que no se le veían las espirales, ni la punta de la nariz, todo su rostro era rojo.

-Me encantan las orejas de los knockers, parecéis murciélagos-Murmuró rozándosela con la barba ¿Me dejas seguir?

Esta vez Nicasia se atrevió asentir, Marsias volvió a posarse en sus labios y esta vez fue correspondido. Un gesto algo torpe y tímido, pero cada vez menos asustado. El sátiro le besó el cuello blanco, casi plateado bajo la luna llena. Muy despacio toda la tensión, toda la desconfianza de la knocker fue cediendo bajo aquellas caricias. El sátiro la levantó en brazos.

-Empieza a hacer demasiado frío aquí abajo ¿Puedo llevarte a mi cuarto?

-¿Qué pretendes?-Pregunto un poco tensa

Marsias sonrió con picaría

-No haremos nada que tú no quieras.

Y subió las escaleras, parándose para besarla de vez en cuando.

En contra de lo que Nicasia había pensado Marsias tenía su cuarto bastante ordenado. Era además una sala que nunca habría podido imaginarse, muy amplia, de techos altos y paredes pintadas de color ocre. Tenía un balcón cerrado a cal y canto por maltrechas contraventanas verdes, una cómoda con un espejo desteñido por el tiempo, una estantería llena de libros y por supuesto la cama. Seguramente era el mueble más impresionante que había visto jamás, en las esquinas de la habitaciones se alzaban cuatro grandes árboles de madera oscura que extendían sus ramas por el techo, salpicadas de hojas doradas para unirse sobre una cama vestida de blanco radiante. Si hubiese sabido algo del amor y sus sutilezas, se habría dado cuanta que aquella era la habitación de una mujer. La peliblanco era incapaz de captar aquellos detalles, no formaban parte de su mundo. Ahora mismo solo sentía una extraña ansiedad, que no era miedo del todo, pero que era demasiado similar. Marsias le quito la manta de los hombros, en la habitación estaba un poco de más, allí no soplaba el viento frío del patio. Al verla se echó a reír con ganas.


-¿De dónde has sacado esa camisa?-dijo al ver la ropa que Nicasia había usado como sustituto del camisón.

-Estaba en uno de los cajones de mi cuarto ¿Hice mal al usarla?

El sátiro se sentó a su lado y miró la prenda con nostalgia.

-Que va…esta camisa me la ponía mi madre cuando era niño. La odiaba, pensé que la había quemado. A ti no te queda mal.

-Huele bien-La knocker levantó un pico de cuello para olerlo con un gesto infantil- No recuerdo haberme puesto nada que oliese así.

Marsias la contempló en silencio con una sonrisa de esfinge. Nicasia no era guapa, pero resultaba increíble que la misma persona que hace unos minutos le aseguraba con toda la frialdad de su corazón que prefería matarse antes de permitir que nadie la tocará estuviese allí, tan tranquila y confiada, oliendo su vieja camisa. Además había algo en aquella piel resplandeciente y en su pelo nevado que le fascinaba, toda ella estaba envuelta en un halo misterioso y desconcertante. Sin querer evitarlo dejo caer un beso sobre el nacimiento del cuello de la knocker. No hubo protestas, ni recelo, solo silencio y un poco de reserva. Su compañera se dejo hacer, quieta y tiesa, sin atreverse a respirar. Quería ser lento y delicado, quería rendirla poco a poco. Así que rozo sus labios sobre aquella clavícula de plata, dibujando círculos, rozándola con la nariz. Ella dejo escapar un suspiro tímido, sin ceder la tensión. Marsias le desnudo un poco el hombro izquierdo, lo que pudo sin quitar ningún botón y volvió a besarla. Esta vez Nicasia cerró los ojos, notaba una ola de calor subiéndole por la espalda, ya no tuvo fuerzas para resistirse, se mordió los labios en un gesto nervioso. Que distinto era aquello a lo que ella había conocido hasta entonces, que cálido, que suave. Le parecía imposible sentirse tan bien, poder bajar la guardia por una vez y no pensar en nada. Se dejo caer sobre la cama, Marsias desabrocho un botón, y luego otro, y otro, sin prisa, besando cada nueva parcela de piel descubierta, dejando que sus dedos recorrieran los costados suaves, y finos como el cuerpo de una serpiente. Antes de bajar demasiado levanto la cabeza y volvió a la boca de la knocker, que le cogió la cabeza y lo apartó un momento para mirarle. Durante años Marsias recordaría aquella mirada brillante, esos ojos graves que lo habían desarmado. Se quedarían con él con como una cicatriz de guerra, de esas que duelen en el momento más inoportuno.

-Eres la primera vez de muchas cosas-Le dijo Nicasia en un susurro.

-¿La primera vez?-Le preguntó el sátiro apartándole el pelo de la cara-En patio dijistes que nunca más dejarías que nadie se te acercarse, pensé que ya...

-Nunca así-Le cortó ella

-Es lo más bonito que me han dicho -Confesó con un pequeño pellizco en el corazón, porque sabía que aquellas palabras lo habían condenado.

Esta vez fue Nicasia la que alzo la cara para besarlo, un beso largo, apasionado un beso que aprendía a cada momento y se volvía mejor y más sabio. El sátiro se deslizó por su barbilla, llego hasta el inicio del esternón y desabrocho los dos últimos botones con la impaciencia de un crío que desenvuelve su regalo. Bajo la tela había unos pechos pequeños y redondos, muy breves. Marsias enredó los labios en el derecho. Un ruido ahogado se escapo de los labios de su compañera mientras algo muy parecido a una descarga eléctrica le hormigueaba por el cuerpo. El sátiro sonrío, también él notaba la desazón de la necesidad empujándole a seguir, a terminar pero no quería darse prisa. Estaba dejando atrás un día gris y horrible, cada caricia le devolvía algo de dignidad. Posó los labios sobre el otro pezón, rodeando la aureola con la lengua varias veces, la knocker se agarró a la sabanas como cogida por sorpresa. Aquella reacción hizo que al sátiro la poca ropa que llevaba encima le quedase definitiva estrecha y se la quito de un tirón. Una sombra de temor paseo por los ojos de Nicasia, pero él ya sabía de sobra que hacer para tranquilizarla y paseó una mano por el muslo derecho de la peliblanca. Le beso la rodilla, evitando acercarse a la pierna izquierda, tenía la piel fina y algo fría. Marsias se deslizó por el muslo hasta llegar a las caderas.

-Recuerda- le dijo- No pasará nada que no quieras.

-Mas te vale-Le contestó en un tono que no admitía bromas.

El sátiro sonrió y le beso una mejilla, mientras con un movimiento disimulado y hábil le metía la mano entre las piernas. Nicasia volvió a derrumbarse sobre el colchón, sentía que la respiración no le llegaba, que todo el cuerpo le ardía pero importaba tan poco, era maravilloso abandonarse así a las manos de otra persona sin que eso significase sufrir daño alguno. El sátiro no aceleró las caricias, lo dejo en un balanceo suave y justo, mientras él volvía a bajar por aquel cuerpo delgado con los labios, hasta que estos tomaron el lugar donde antes estaba su mano. Su compañera gimió con un sonido dulce y ahogado, arqueó la espalda, le parecía que explotaría en cualquier momento. También Marsias, por primera vez en mucho tiempo actuaba movido por el deseo. Sin hacer ningún movimiento brusco se colocó sobre Nicasia, esta vez no había desconfianza, ni miedo.

-Abrázame-Le suplicó Marsias.

Y se abrazaron, y se apretaron uno contra otro mientras se desbordaban en un beso largo que lo hizo desparecer todo, dejándolos solos durante un momento eterno.
Al cabo de un rato aflojaron el abrazo y se dejaron caer uno junto al otro sonriendo. Marsias terminó de deshacer la cama poniéndose a su lado, la knocker apoyo la cabeza en el hombro del sátiro, estaba cansada.

-Creo que ha sido mucho ajetreo para ti-Dijo el patacabra acariciándole la frente- Quizás me he precipitado.

Nicasia negó con la cabeza de manera muy vehemente.

-Llevo tanto tiempo sin ser capaz de moverme…que me costaba creer que estaba viva.

-Todo irá pasando poco a poco.

-Todo no-Repuso la nocker-Me voy a quedar coja de por vida, pero es bueno saber que hay otras muchas cosas que merecen la pena. Porque voy a tener que volver a empezar desde cero, otra vez.

Marsias no supo que responder y miro al techo.

- No siempre se encuentra el valor para seguir adelante, ya que yo sé un secreto tuyo, te confiare el mío. Es más insignificante, pero no me gustaría que nadie más lo supiese. Esta casa pertenecía a mi madre. Se llamaba Ianthe, era una sátira preciosa y se enamoró como una loca de un joven sidhe, un noblezuelo, el señor del Cauce. Se veían a escondidas, debían amarse mucho. Él le regalo esta casa, fue una locura de juventud porque si hubiese llegado a oídos de la Corte se habrá formado un escándalo. Me tuvieron a mí. Mi padre no me quiso nunca demasiado, pero mi madre me adoraba y yo solo necesitaba eso. Así que todo marchaba bien. Vizmir se casó, era noble, tenía que pasar. Ella era una moza estirada, amargada por los celos. Cada vez venía menos, y un día sin más dejó de aparecer por aquí. Mi madre languidecía, se apagaba. Le escribió, trató de ponerse en contacto con él, le amenazó con contarlo todo. Pero nada le sirvió y un día entre al jardín que hay tras la casa y la encontré colgada de un cedro. Era incapaz de vivir sin amor.

-¿Y tú? ¿Que hiciste tú?

-Mi abuelo materno me recogió y me enseñó medicina. Nunca me gusto demasiado. Heredé la casa, porque Vizmir es demasiado cobarde para reclamarla. La odio pero nunca se la daré, antes dejo que venga abajo.

-Así también le estás haciendo un favor al sidhe, deberías darle algún uso. Sería una buena manera de vengar a tu madre.

-Si mi madre me hubiese querido lo bastante no se hubiese sido de aquella manera.

Nicasia se giró hacia el sátiro y lo miró furiosa.

-No digas eso, al menos tuviste quien se hiciera cargo de ti-Le dijo casi con un arranque de furia


-¿Eres huérfana?-Preguntó un tanto incomodo.

-No sé ni lo que soy- Respondió hosca

-Lo siento mucho.

-Bah, es agua pasada… -La cara de la knocker se iluminó con una sonrisa traviesa-Se me acaba de ocurrir como puedes darle en los morros a ese noblezuelo estirado. Deberías convertir esta casa en tu base de operaciones. ¿Es de su familia? ¿La casa pertenecía a su familia?

-Sí, pero no te entiendo.

-Conviértela en una casa de citas. A ti te dará prestigio que vengan a buscarte y no al revés. Podrás cobrar más por tus servicios e imagínate qué vergüenza sentirá ese desgraciado al saber en lo que has convertido su patrimonio familiar. Y no podrá reclamarte sin quedar con el culo al aire. Esto será un tema que nunca lo dejara dormir del todo en paz.

Marsias soltó una carcajada.

-Que retorcida eres. Nunca se me habría ocurrido algo así. Pero para arreglar esta casa haría falta bastante dinero.

-Eso déjamelo a mí.

-¿Tú tienes dinero?

-No, pero tengo ideas, que es casi lo mismo si saben aprovecharse

La knocker bostezó y entornó los ojos. Marsias se quedo mirándola mientras se iba quedando dormida. Le gustaba aquella lartigijilla albina. Le dio un beso en frente, ella murmuró algo más dormida que otra cosa. Aquella noche durmieron abrazados y sería la primera de muchas otras noches.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Banda sonora

Si Nicasia cantara, si le gustase, si supiese y si fuera de las que hacen cosas tan vulgares como cantar, sin duda cantaría esto alguna vez. Curiosamente conozco esta canción por escucharsela a mi madre, que canta mientras cocina. La frase "Odio quiero mas que indiferencia" me abrió los ojos, me di cuanta de que si verdad quería herir a alguien debía sumirme en las mas completa de las indiferencias, guardando un helado silencio despectivo. El rencor duele menos que el olvido...que gran verdad