sábado, 11 de abril de 2009

Para no olvidar

Aprendí la vida
con tu muerte:
mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí
no el llanto,
sino las armas
inexorables

Pablo Neruda

Hay muchas maneras de decirlo: “hace dos años que no está con nosotros, hace dos años que se fue…”siempre me ha parecido absurdo rodear la verdad con palabras difusas, si esconder las verdades detrás de frases corteses pudiese cambiar las cosas, los poemas serian armas que no explotan. Y todos sabemos que la poesía no lleva a ninguna parte. La verdad solo es una, la digas como la digas. En nuestro caso la verdad es que hace dos años que moriste. Ninguna palabra, por hermosa que sea cambiará eso. Ningún poema te traerá de vuelta; escribiría miles si pudiese resucitarte, aunque eso no sirviese para que dejases de odiarme rimaría como una loca. Como no lo hará prefiero hablar en prosa. Y no hablo para ti, esas chorradas del más allá no me convencen, hablo para mí. Hablo porque hace dos años que llevo una espina en corazón, una púa de hierro que me forje yo solita el día que decidí dejarte. Hablo porque te recuerdo, recuerdo cada beso y cada risa. Recuerdo cada grito y cada crueldad, Nos amamos mucho, y nos odiamos más aun de lo que llegamos a amarnos jamás. No podía ser de otra forma, pusimos saña en hacernos daño, del mismo modo que pusimos el alma en amarnos.

Suele pasar…la historia está llena de grandes amores que acaban mal, el mundo no se detiene por eso. La vida no se detiene. Llegue a aborrecerte, fui cruel contigo, disfrute cada desprecio porque pensaba que te lo merecías, porque quería borrarte de mi vida, quería considerarte un error terrible. Necesitaba llenarte de defectos porque de otro modo seguiría amándote y ya no quería. Hoy podría disculparme; decir que era demasiado joven, que era impaciente, que era impulsiva ¿Qué cambia eso? Eso no cambia nada, ni borra nuestras terribles últimas palabras. Las cosas que nunca debí decir, las cosas que llegué a pensar. Es cierto que tú tampoco fuiste un ejemplo de santidad pero los muertos no tienen memoria, así que ya no importa. Yo en cambio sí recuerdo, recuerdo que fui injusta contigo. En el castigo está la penitencia, ahora lo sé. Lo supe el mismo día que me enteré de tu muerte y me descubrí llorando tu recuerdo. No te lo merecías. Tu merecías una vida larga, unos brazos llenos de amor alrededor de tu cuello, los hijos que soñabas tener y el viento del verano entre los maizales.

Fui injusta contigo y no me lo perdonaré. No puedo. Tengo que recordarlo para no repetir ese error, para no despedirme de nadie con rencor, para pensar antes de odiar. Eso me lo enseñaste tú, aunque es mas que probable que hubieses preferido no haberme dado esa lección jamás. Estoy segura de que mi pequeña mezquindad ya no significaba nada para ti, tampoco era algo en lo que yo pensase demasiado, seguramente con el tiempo habríamos llegado a olvidarnos por completo. Pero has muerto y yo no te olvido. No olvido que sonreías con los ojos llenos de luz, que cocinabas bien y que te gustaba escribir. No olvido que me llevaste a un campo de maíz y me hiciste escuchar a las cigüeñas.

Hace dos años que no olvido. Ahora procuro no despedirme de la gente que me importa con una mala palabra. Es fue lo que tu muerte me enseñó, lo que ojalá no hubiese tenido que aprender así.

He olvidado el rencor. Ahora me limito a recordar.

Te quise, te odie y aunque es tarde para decirlo, te perdoné.


(a Juan Manuel Villar Guerra. Mi Manx particular)

No hay comentarios: