martes, 29 de junio de 2010

La monja alférez

Hoy me había prometido escribir, madrugué, hice mis recados y salí a casa de mi madre a recoger un paquete que me acababa de mandar Vero de Barcelona y que estaba esperando como agua de Mayo en Julio. Dentro de ese paquete venía un libro que para mi era un viejo amigo, amigo perdido para mas inri, porque lo presté y ya sabéis lo que suelen decir “Hay dos tipos de tontos: los que prestan libros y los que los devuelven”. En fin tuve que volverme un poco loca para comprarme otro ejemplar, pero allí estaba y era como reencontrarse con alguien a quien hace tiempo que no ves. Lo envolví bien y me lo guardé con cariño en el bolso. Porque mi idea era volverme de inmediato a casa y ponerme a escribir. Huelga decir que no lo conseguí, en cuanto puse el culo en el asiento del tren desenvolví el libro y me puse a releer. Mala cosa porque no lo he soltado hasta ahora que me quedan cuatro capítulos para acabarlo.

Recuerdo la primera vez que vi a Ricard Ibáñez (como olvidar ese físico imponente) y recuerdo perfectamente que fue lo primero que me dijo. Yo estaba encantada de conocer al autor de mi juego de rol favorito, que me firmó el manual sin dudarlo un momento y a quemarropa me preguntó “¿Sabes quien es la monja alférez?”Me quedé alucinada. No, no tenía ni puta idea de quien era la monja alférez. Ricard se me quedo mirando con muy poco interés me dio el nombre de la monja en cuestión y sin hacerme mas caso se dio la vuelta para continuar tomándose el pésimo café que ponían en el recinto de las CLN. Fue un planchazo, cuando mi novio me pidió que le enseñará el libro y me preguntó que tal tipo era mi ídolo rolero le contesté: Es un pedante gilipollas.

Mantuve esa firme opinión hasta que me fui a vivir a Barcelona donde, casualidad de casualidades, resultó que teníamos amigos comunes y que tuve la oportunidad de conocer a Ricard muy distinto, a un hombre tan grande de corazón como de estatura, un tipo terriblemente afable y divertido, lleno de anécdotas increíbles (algunas poco decentes)y con una visión de la vida tan particular que es imposible que te deje indiferente. Entonces me enteré de que acababa de sacar la novela de la monja alférez, por entonces yo no tenía una perra y fue de las últimas cosas que me compré antes de volverme a Sevilla. Me fui con la pena de no poder pedirle una dedicatoria, pero lo leí en un verano muy triste, cuando me sentía miserable y derrotada y me hizo compañía, comprendí las miserias de esa mujer indómita y en cierto modo me consoló. Catalina de Erauso se convirtió en una amiga y me ayudó a empezar a forjar a Nicasia.

Hoy he vuelto a abrir el libro; la principal ventaja de la relectura es que te fijas en los detalles, ya no tienes el ansia de averiguar que pasará y puedes recrearte en la escritura. El autor conoce su oficio, eso es indudable. Hay energía y personalidad en sus frases, sabe contarte una historia y hacerla fascinante, pero lo mas importante para los que amamos la novela histórica es que esta escrita con rigor (de eso podrían aprender muchos autores del genero) y aun así puedes ver el universo que lo fascina: sus personajes son gentes marginales cargados de luces y sombras, admirables a ratos y a ratos abominables. Aprendí mucho la primera vez que leí “La monja alférez” y hoy he vuelto a aprender.

Ricard te diría que eres un tío grande, y que te deseo todo lo mejor, pero eso tú ya lo sabes. Así que te diré otra cosa: Me debes una dedicatoria.

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2 comentarios:

Syney dijo...

Es bonito acordarse de los libros que leemos no sólo por la historia que nos cuetan, sino por las vivencias con las que podemos relacionarlos. A mí también me ha pasado que recuerdo algún libro por haberlo leído en determinadas ciscurnstancias, aunque por desgracia no tengo ninguna anecdota así X3

No conozco el libro de la monja alférez, pero ahora me ha picado la curiosidad X3

Sir Eduard Goldwing dijo...

Oído cocina...
En cuanto termine el que estoy leyendo, que está casi casi terminado, empiezo con la monja alferez XDD