sábado, 24 de diciembre de 2011

Felices Brumalias

Es muy curioso y poca gente lo sabe: la biblia no menciona en ninguna parte la fecha del nacimiento de Jesucristo, ni siquiera la estación en la que sucedió este hecho, Algunos historiadores señalan que el evangelio según San Lucas parece indicar que sucedió en verano, ya que los pastores reciben la anunciación cuando vigilan sus rebaños en campo abierto en plena noche, algo que solo se hacía durante la época estival. En invierno los rebaños se estabulaban (por eso no pasar un frio de narices guardando ovejas). Dos siglos después de su nacimiento este acontecimiento no se celebraba ya que los cumpleaños tenían poca o ninguna importancia en este periodo de la historia. Sin embargo los teólogos si trataban de averiguar dicha fecha, sin que existiese unanimidad se barajaban cuatro posibilidades: 1 y 6 de enero, 25 de marzo y 20 de mayo.

¿Por qué entonces el 25 de Diciembre? Los romanos celebraban las “Natalis Solis Invicti” El nacimiento del sol invencible, vinculado a dos dioses: Apolo y Mitra. Hay una lógica aplastante para celebrar el nacimiento del sol en estas fechas: el solsticio de invierno, la noche más larga de todo el año. Tras esta noche el sol vuelve a recuperar su fuerza y los días comienzan a alargarse, es un preludio de la primavera y de todo lo bueno que viene con ella.

Los romanos celebraban por esta fechas una fiesta conocida como las Brumalias y sus celebraciones eran similares a las de nuestras navidades (comidas familiares, pequeños regalos, fiestas oficiales) y venían precedidas por las Saturnalias, que celebraban al Dios Saturno y duraban siete días. Ambas celebraciones obligaban a dar días libres incluso a los esclavos. Se promovía la fraternidad y se condenaban los actos crueles (menos sobre los animalillos que se papeaban, o sacrificaban. No era precisamente una fiesta vegana)Para los cristianos resistirse a la idea de celebrar banquetes, ir al circo o recibir regalos era complicado (los entiendo perfectamente) y los paganos adoraban sus fiestas. Así que los padres de la iglesia decidieron que no hay dios más victorioso que el suyo, que ha vencido incluso a la muerte. La luz de Cristo sustituyó la de Apolo y Mitra.

Fue otro emperador romano, Constantino, quien acabaría por instaurar todo el esplendor de estas fechas, quizás (y solo quizás) porque antes de convertirse al cristianismo era seguidor del Dios Sol. En el 337 con el bautismo de Constantino las “natalis” empezaron a cobrar importancia, la cual fue reforzada en el 354 por el obispo Liberio de Roma que insistió en la importancia de conmemorar el nacimiento de Jesús como medida evangélica, para acabar de eclipsar las fiestas paganas.

Si quieres saber porqué celebramos el 1 de enero en estas fechas puedes leerlo en este enlace

http://cortedelosespejos.blogspot.com/2010/01/nochevieja-y-otros-cuentos.html

Y si quieres conocer de donde viene la celebración judía del Hannukah aquí:

http://cortedelosespejos.blogspot.com/2008/12/feliz-hanukkah.html

sábado, 26 de noviembre de 2011

Motivos para no hacerlo

Está hecho, “La Corte de los Espejos” es un libro acabado y, por fin, empieza su periplo editorial. Ayer le puse broche a tres años de mi vida. No creo que haya en la historia de la literatura una novela que haya sufrido tantos contratiempos en su recta final como esta: ordenadores destrozados, accidentes caseros, debacles personales, plazos de entrega…parece todo quería confabularse contra el final feliz. Pero ahí está. Nadie podrá decir nunca que no he luchado hasta la última palabra. Y compensa, he disfrutado tanto como he sufrido. Me ha servido para trabajar codo con codo con una persona generosa y extraordinaria. Y además he tenido a unos maravillosos amigos dándome ánimos en todo momento.

Si, ha sido toda una experiencia, un enorme esfuerzo y ahora ha terminado. Ayer decidí culminar el esfuerzo imprimiendo una copia del PDF. No podía dejar de sonreír, que gordita es, cuanto trabajo.

Ahora me siento un poco vacía, rara, desocupada. Se me pasará…solo tengo que volver a acostumbrarme a tener tiempo libre, sinceramente, no creo que me cueste demasiado. Tampoco creo que tarde en volver a ponerme a escribir. “La Corte de los Espejos” me ha descubierto una vocación que siempre he tenido pero que nunca había explorado del todo. Me ha cambiado y si ha sido para bien o para mal ya lo averiguaré. No tengo prisa.

Desde luego me ha servido para entrar en contacto con un mundo, el de los escritores, que es muy curioso. Hay muchísima gente que escribe, muchos modos de escribir, muchos géneros y una diferencia brutal entre la imagen idealizada del oficio de escribir y la cruda realidad. Si nos ponemos a analizar descubrimos que casi todo el que se aventura a escribir lo hace movido por los mismos motivos. Y que esos motivos son, en muchos casos, el mejor modo para estamparse de morros con la dura verdad.

Como os quiero y no me gustaría que os llamaseis a engaño os voy a dar una lista de cosas que no deberían motivar a nadie a empezar a escribir:

-Porque quiero publicar: Voy a daros datos ofrecidos por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) Por supuesto estos datos se refieren solo edición tradicional (libro físico). La autoedición de cualquier tipo no queda reflejada. No conozco demasiado del tema y no me gusta hablar de cosas que no sé.

Solo un 10% de los manuscritos que llegan a editorial se publican. De ese tanto por ciento de afortunados autores publicados menos de la mitad llegaran a publicar una segunda novela.. Podrías pasarte entre uno y dos años esperando respuesta editorial. No te engañes, tener agente no cambia el dato. Entrar en una agencia es tan difícil como el mero hecho de publicar. Es muy posible que sin algún tipo de enchufe o mucha suerte jamás recibas respuesta editorial. “ Yo tengo talento” puedes pensar. Eso es maravilloso, pero en ese punto publicar es una lotería. Libros brillantes se descartan por motivos puramente comerciales y por la misma causa salen a papel ciertas obras que te hacen dudar de la cordura de algunos editores.
A veces los escritores son solo objetos de temporada para las editoriales, ellas hacen sus balances y deciden. Tus expectativas o lo que creas que tu obra se pueda merecer no se refleja en sus libros de cuentas.

CUIDADO CON LA COEDICIÓN: Es una solución, y puede ser una excelente carta de presentación para tu novela si eres un autor novel con ganas de darse a conocer. Pero mira con lupa con quien vas a coeditar. Algunas de estas empresas se dedican a aprovecharse vulgarmente de las ilusiones de autores incautos. Te sacarán la pasta, moverán el libro lo justo para amortizar su inversión y luego ahí te pudras. Igual que en una editorial normal pero encima perdiendo dinero.

Si vas a coeditar tienes que ser listo y saber cómo quieres mover tu obra. Es difícil si vas de nuevas y lo ves todo color de rosa, con eso cuentan ellos. Ya de paso mira el contrato mil veces. A veces firmar con esta gente es casi como firmar con sangre un contrato misterioso.

-Por el dinero: Pues directamente, olvídate de la coedición.
En cuanto al dinero, bueno si, es tentador. Los escritores que viven exclusivamente de eso son una minoría privilegiada. El resto tiene un empleo “de verdad” para pagar las facturas. Y escribir necesita mucho tiempo; horas que le robas a tu ocio, a tu familia, a veces hasta al sueño. Sarna con gusto no pica y por eso escribimos. Pero hablando fríamente y calculadora en mano…tal vez no te compense.

-Por la fama: En serio, si escribes por eso no estás en el país correcto. A menos que salgas en la tele anunciando pan de molde, te van a conocer en tu casa y, a lo sumo, un par de lectores apasionados. La parte buena es que podrás seguir bajando al super sin ir de incógnito. Lo de firmar autógrafos no es tan habitual como pueda parecer.

-Quiero ligar: Si, los escritores son famosos por su desenfrenada vida de sexo y glamour…en mi imaginación al menos. Bueno, si consigues ser un crack y ganar mucha pasta seguro que triunfas entre el sexo contrario (o en el propio, o en los dos). Sino, tampoco hace falta que escribas nada, pon pose de intelectual y échale cara. A veces funciona y el polvete no te lo quita nadie. Eso sí, no uses esta técnica en la discoteca de ningún polígono industrial. Y ponte colonia.

En fin, como veis acabo de terminar una novela que se ha llevado una parte importante de mi tiempo y mis energías. Y tal vez esta novela nunca llegue a nada. Tal vez llegue y sea lo flor de un día y es muy posible que no me saque de pobre .Si vas a escribir, hazlo porque tienes algo que contar, hazlo porque deseas hacerlo y disfruta cada palabras que dejes en la página. Hazlo por ti. Lo demás llegará si tiene que llegar, y si no llega, nadie podrá quitarte la satisfacción de la experiencia.

lunes, 24 de octubre de 2011

Reencuentros

Pronto estrenaré mi aventura vistoriana por entregas. Mientras os dejo un relato a vuela pluma


Reconoció su voz. Había cambiado con los años, claro está. Ahora era la de un adulto, sin embargo ella tenía aquella voz grabada a fuego en su memoria. En el departamento de los malos recuerdos.

Levantó la cabeza y miró sobre los estantes de libros, como un animalito advertido de la presencia de un depredador. Tanto tiempo y aun ese leve escalofrío recorriéndole la espalda, le volvieron a la cabeza la humillación y las risas, el miedo perenne. Recordó de un mazazo lo horrible que es ser una niña que quiere morirse todos los días.

Estaba a unos pocos metros, ojeando las páginas de un libro. Lo miró por primera vez, sin poder creerse que no fuera un monstruo, que tuviese un rostro vulgar, casi anónimo. Solo una persona entre millones. Y sin embargo aquella voz, en un timbre más agudo, había poblado sus primeras pesadillas, le había arrancado sus primeras lágrimas. Por esa voz amanecía en una cama helada y húmedad cuando se supone que los niños ya no hacen esas cosas.

Sació su curiosidad mirándolo sin disimulo, clavándole los ojos casi con saña, esperando que levantase la cabeza del libro y la viese. Algo se le revolvió en las tripas. Recuerdos de una infancia de mierda. Toda la inseguridad, todo el miedo…todo lo que vino después. Años y años de dar tumbos entre la pena y la rabia. “Levanta la cabeza y mírame” pensó. Quería que la reconociese, quería leer en su cara que pensaba de aquel reencuentro. Quería que se sintiese mal, que se le estorbase la conciencia.

Trató de pensar seguramente nunca había sabido hasta que punto la hería. Respiró hondo, pues ya era hora de que lo supiese. Estaba allí, podía acercarse y saludarlo, podía preguntarle si se acordaba de ella. Obligarle a mirarle ahora que ya era adulta y hacerle sentir por unos segundos el peso de su odio. Devolvió el libro a su sitio y se acercó hasta él, intentando no vacilar, ignorando los consejos de su parta sensata, o tal vez cobarde, que le rogaba que lo dejase estar.

Una figurita pequeña se le coló entre las piernas. El monstruo de su infancia se agachó y cogió en brazos a un adorable mocoso. No era muy hábil calculando las edades de los críos, debía tener tres, tal vez cuatro años. De repente el verdugo se había convertido en un padre que limpiaba un churrete de la mejilla de su retoño como cualquier otro padre del mundo y ella era una roca en mitad de una tempestad de sentimientos.

Otra voz, está vez del presente, la reclamó. Un padre y su hijo salieron de la tienda para perderse entre la marea de gente. Tuvo la certeza que nunca más volvería a verlo. Se giró. El rostro que la llamaba le inspiraba buenos sentimientos. Sonrió y le dio la espalda a la puerta mientras el pasado se alejaba.

lunes, 10 de octubre de 2011

Seamos sinceros: la aventura de La Corte de los Espejos se ha terminado.
Bien, ahora que gracias a esta frase efectista y un tanto imbécil tengo a alguno que otro al borde del infarto, ya puedo explicaros a que me estoy refiriendo; Muchos me habéis preguntado que cuando voy a colgar las ultimas entregas de las aventuras y desventuras de Dujal y Nicasia por estos lares. La respuesta es sencilla: por ahora no. Esto no quiere decir que vaya a dejaros sin conocer el desenlace de la historia, pero por el momento La Corte de los Espejos anda paseándose por ahí, buscando un posible cambio de formato y estas cosas requieren su tiempo. Os ruego que tengáis un poco de paciencia. Y os tranquilizo: de un modo u otro conoceréis la suerte final de mis atípicas hadas, el tiempo decidirá como.

Los primeros lectores sabéis que empecé escribiendo esto como un pasatiempo, y que ni se me pasaba por la cabeza que tuviese la más mínima oportunidad de convertirse en una novela. Jamás pensé que escribir pudiese ser algo más que un hobby que compartía con algunos lectores solidarios. Aunque al parecer Nicasia tenía sus propios planes. Y no sé de que me sorprendo, ella siempre ha tenido las ideas más clara que yo. Pase lo que pase, la ingeniera siempre será un personaje especial para mí, y siempre recordaré las puertas que me ha abierto, los sitios a los que me ha llevado y, sobre todo, la enorme cantidad de gente que me ha hecho conocer. Con Nicasia he descubierto que escribir es más que nada una devoción. Pese a que supone muchas horas a solas delante del ordenados, pese a que el mundo editorial no ofrece garantías de nada y que puede hacerte pasar ratos muy duros, los malos tragos quedan compensados por esos momentos en los que vas llenando paginas en blanco y te das cuenta de que estas contando justo lo que querías, con tus palabras y tu voz. Y que puedes compartirlo. Ese momento, es el que te hace escribir, lo demás son añadidos, muy agradables no lo niego, pero la base debe ser que quieras contar algo sin preocuparte de nada más.

Y precisamente eso es lo que voy a hacer. La Corte de los Espejos está vagando por ahí, tratando de averiguar si tiene alguna posibilidad de darse conocer. Y las cosas de palacio van despacio. Pero no es la única historia que tengo en la cabeza, va siendo hora de darle salida a otros personajes que esperan su oportunidad.Además mientras escribo no pienso (y todo lo que ayude a que no me suba por las paredes tiene que ser bueno por cojones)

Tengo que confesaros que hay otro motivo para dar salida a esta historia. Este año he empezado la aventura del Biblioforum, y estoy encantada, sobre todo porque gracias a eso he conocido a tres caballeros maravillosos. No me avergüenza decir que frente a ellos me siento una mera debutante, ellos tienen el respaldo que a mí me falta: la tinta sobre el papel. Tengo que darme a valer, hay que demostrar que uno está donde está porque se lo merece. Y el movimiento se demuestra andando, no tengo de mi lado la edición física, eso es impepinable. Pero tengo este blog, y es mi voz. Mi tarjeta de presentación. Así que hay que darle uso y sobre todo, ofrecer un contendo que merezca la pena ser leído.

El blog va a sufrir algunos cambios necesarios, tengo que adecentarlo un poco. Y va a convertirse en el hogar de una nueva inquilina: La señorita Meredith Sutherland, Capitana de la segunda sub división de secretarias del ejército de su majestad Victoria II. Una solterona a la que le queda poco tiempo para cambiar su papel en el mundo.

Por fin me voy a meter de lleno en una historia steampunk, una corriente que me apasiona y que, según mi opinión, se presta mucho a la comedía.
Espero que le deis una oportunidad a la pobre mujer, porque sinceramente necesita que le echen una mano. Debe ser muy duro intentar conquistar el amor del hombre de tus sueños mientras te asedian todo tipo de enredos burocráticos, en una ciudad que está bajo una pérfida amenaza voladora y en la que, a veces, crees ver dinosaurios…
Voy a dejar que se presente ella con sus propias palabras:

El espejo era parte de la escueta herencia de mi madre, mujer que podía darse el lujo de ser “demasiado coqueta” según la opinión de mi severo padre y una “verdadera golfa” según otras opiniones menos amables, fruto seguro de la envidia. La paga de mi progenitor era escasa y al lechero hay que pagarle de algún modo, y al carnicero, y al deshollinador, pese a que no teníamos chimenea. Mi madre era una esposa sacrificada. Eso decía ella. ¿Por qué no iba a creerla?
Había colocado a aquel testigo de días mejores cerca de la puerta de la entrada de mi modesta vivienda. Por darle algo de lujo a tanta sordidez. Era cuadrado, enorme, con un trabajado marco de latón dorado. Bien cierto es que los dos dedos de polvo que cubrían sus regias molduras lo desmerecían un poco y que la plata tras el cristal empezaba a nublarse y a salpicarse de puntitos negros. Tal vez no cuidé tan preciado recuerdo como se merecía. Perdónenme esa lamentable dejadez, pero entonces cuidaba de una anciana senil y demasiadas veces tenía que dedicarme a hacer caldos, lavar sabanas y, si me sobraba tiempo, zurcirme las medias. El caso era que el amado trasto tampoco se merecía nada mejor: cada vez que salía o entraba de mi casa, cada vez me ponía el abrigo y le daba dos vueltas a mi única bufanda, el ingrato se encargaba de recordarme la escasez de mis encantos: Los ojillos miopes tras las gafas, el pelo salvaje de un color que no era ni rubio ni castaño, la broma que era mi nariz en mitad de la cara. Una mañana me harté de su innecesaria sinceridad y lo vendí a un ropavejero. Me dio lo justó una lujosa merienda a base de merengues y chocolate caliente…Espero que no les ofenda mi lenguaje, pero al demonio con las herencias familiares de tres al cuarto.


Así que queridos lectores, saquen sus impertinentes, sus goggles, engrasen los pistones y echen agua a las calderas. La Corte de los Espejos se pone retrofuturista…y absurda.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Jornada de reflexión

Ayer fue mi primera sesión de Biblioforum. No puedo decir que sea precisamente una novata en lo que hablar en público se refiere; he sido guía turística cuatro años. Estoy acostumbrada a ser el centro de atención de un grupo de gente. Era un trabajo que disfrutaba, precisamente porque me gusta el trato con el público. Me gustaba que me hiciesen preguntas. Al acabar me sentaba en cualquier lugar tranquilo con una lata de Coca-cola y repasaba la visita: me apuntaba las preguntas a las que no había sabido responder para buscar la información, y repasaba los puntos flacos de mis explicaciones. Cuando me propusieron lo de Biblioforum pensé que no sería demasiado distinto y no se me pasó por la cabeza que hubiese algún motivo para ponerme nerviosa. Simplemente, ni se me ocurrió pensar en ello.

Lamentablemente la semana antes al “Día B” estaba hablando con Ismael del tema de la primera jornada “Libros que cambiaron nuestra vida”, la idea era que me dijese que le parecían los libros que había escogido. Fue crítico y objetivo, como siempre me dio una opinión bastante certera y algunas cosas en las que pensar. Hasta aquí todo bien, lo que no me esperaba era que el muy traidor me diese un beso en frente y soltase “Tu primera aparición como autora, que orgulloso estoy”.

Tragué saliva como quien traga hormigón a medio cuajar. Y después de eso mi presencia de ánimo se fue por el sumidero. Esa noche no pegue ojo.

No pienso en mí como una “autora” o “escritora”. Al menos mientras mis únicos méritos sean los de ser traductora de obras muy menores (por decirlo con cierta diplomacia) y módulos de rol infumables (esos ni hay modo de suavizarlos ni merecen perdón divino) me parece absurdo pensar en esos términos . De hecho me considero más una “eterna debutante” muy entusiasta y poco más. Soltarme lo de autora fue un golpe bajo. Comprendí que esto no era como enseñarle un monumento a un grupete de afables jubilados. Nadie espera gran cosa de los guías turísticos, la mayor parte del público consideran que son un grupo de enteradillos con mucha labia que cuando no saben algo se lo inventan. En un buen número de casos no les falta razón. Sin embargo lo de “autor” tiene otro peso, la gente espera que seas capaz de hacer una aportación interesante, te confieren cierta dosis de autoridad porque al parecer escribir es una cosa seria y sesuda. Y lo es. Lo malo es que yo soy cutre hasta para eso y solo escribo para sacarme cosas de la cabeza, porque me gusta la albañilería de las palabras.

Pensé en mis compañeros de aventura. Los padres fundadores del Biblioforum Fue peor el remedio que la enfermedad:

Pepe Carrasco es escritor desde antes de que yo entrase en la universidad, es autor de “El Capitán Nadie” y “El regreso del Capitán Nadie” entre otros. Sus libros se han leído en un montón de colegios e institutos, es profesor y tiene muchísima experiencia en estas lides.

Juan Antonio Caro Cals es autor de la novela que me hubiese gustado escribir a mi “Señores de godos”, además de ser una de las personas más lúcidas que he conocido y un tipo muy inteligente.

Y Francisco Pérez de la Parte es, ni más ni menos, que el flamante ganador del premio Mondadori de narrativa juvenil del año pasado. Ahí es nada.

No hay color, mi único merito en este asunto es que les ayudé a encontrar un sitio digno para que el biblioforum siguiese su andadura un año más. Algo que antes o después hubiesen conseguido sin mi ayuda. Con estas perspectivas decidí ceñirme a esa tarea, la de lograr que los efectos técnicos de la reunión fuesen impecables, que la sala fuese decente y tuviésemos a mano todo lo que nos hiciese falta. Que menos que ser útil.

“El día B” Amanecí como si me hubiese tragado un cubo de cebo vivo y los gusanillos se retorciesen en mis tripas con la saludable intención de escaparse por el agujero mas inadecuado. Para añadir un toque de alegría y de color a la jornada, mi ciclo lunar decidió empezar sus jornadas más ingratas y anunciarlo con un glorioso dolor de riñones. Mi intención era desayunar, comer acabaría con esos pequeños cabrones vermiformes. Eso siempre que hubiese algo en mi frigorífico que me apeteciese, que no era el caso. Se venía venir una mañanita de esas de subirse por las paredes, por suerte me llamaron del CICUS (otra vez) y me dijeron que necesitaban ultimar unos detalles de la sala (otra vez). En eso se me fue toda la mañana, por el lado bueno no me dio tiempo a pensar en gran cosa.

Para cuando llegó la hora, lo único que me mantenía de pie era la hiperactividad. Menos mal que mis niveles de adrenalina son inhumanos, la mayoría de las veces es una mierda. Ayer, eso y un umbral de dolor a la altura de la Giralda me vinieron de perlas. Si hubiese podido dejarme los ovarios en una caja hubiese sido perfecto. Pero la perfección no existe, es algo a los que solo podemos aspirar. De todos modos lo que me ayudó a sentarme en aquella silla, frente a unos fantásticos asistentes fueron mis compañeros. Llegado el momento los nervios brillaron por su ausencia, no me preocupaba nada, porque simplemente estaba disfrutando de su compañía y me lo estaba pasando bien.

Tal vez mis intervenciones no fuesen brillantes, no lo esperaba. Ahora estoy en fase de reflexión para adecentarlas de cara al mes que viene. Esta vez lo espero con ganas, porque sé que he encontrado a una gente maravillosa, unos compañeros de aventura que son un regalo.

No me canso de decirlo, lo mejor de escribir “La Corte de los Espejos” es la gente que me ha hecho conocer. Así que chicos, gracias por todo.

jueves, 18 de agosto de 2011

El broche

“Creo en las hadas” decía cuando era niña, y a su alrededor los adultos se reían y halagaban su inocencia, pensando en sus propias infancias, en sus juegos secretos, en los amigos invisibles que habían creado y perdido con el paso de los años. Y la niña creía en las hadas, en el ratoncito Pérez y en los Reyes Magos porque ese es el derecho y el privilegio de la infancia. Le regalaban libros de cuentos con vistosos dibujos, escuchaban sus historias y halagaban su imaginación desbordante, la chispa de su vivacidad.

Fue creciendo, casi a traición dejó de ser una niña

Y ella aun creía en las hadas, no del mismo modo. No esperaba encontrar un círculo de setas, ni una diminuta danza a la sombra de un jardín misterioso. Pero creía en la magia de contar una historia, de crear un mundo solo con palabras. Algo que preocupaba a sus padres y ya que casi nadie encontraba divertido “Esto no te lleva a ninguna parte” le decían muy serios “Céntrate, no puedes pasarte la vida con la cabeza en las nubes” Ya no le regalaban libros de cuentos, aunque ella los compraba de todas formas, porque seguía necesitando sucesos extraordinarios de vez en cuando. Aunque nunca decía en que creía, ni que esperaba. Guardaba esos pensamientos para si misma, solo decía lo que esperaban que dijera una mujer de su edad.

Un día encontró un broche en una tienda. Era la fotografía de un hada vestida únicamente con sus cabellos, con unas alas de mariposa listas para echar a volar, enmarcado con un bonito marco de plata. Compró el broche de inmediato y se lo puso en la solapa de su abrigo, sobre el corazón. Y en silencio, a pesar de los años, siguió creyendo en las hadas.

martes, 26 de julio de 2011

Literatura

Quiero dejar testimonio para que nadie digo que no les advertí:

Señores, escribir no es sano. Si alguna vez tenéis algún familiar o conocido (alguien cercano a quien apreciéis realmente, a los demás que les den candela) os dice que pretende meterse seriamente en el mundo de las letras, por piedad hacía su persona lo mejor que podéis hacer es soltarle un chorro de matarratas en la sopa para dejar que se reúna con el olvido entre horribles dolores y, a ser posible, maldiciendo vuestro nombre y el de la madre que os parió. Porque escribir es una santa mierda; para empezar nunca estas del todo feliz con el resultado y crías todo tipo de inseguridades, no importa cuanta gente os diga que lo estáis pariendo en letras es cojonudo, hay ocasiones que quieres romperlo todo y dedicar tu vida al tetris. Luego vendrán los momentos en los que solo puedes pensar en lo que estas escribiendo, piensas mientras friegas los platos, mientras te duchas, cuando duermes (o cuando directamente no puedes dormir) y escribes. Escribes porque lo necesitas, porque tienes algo en tu cabeza que quiere salir y le importa un carajo si para hacerlo se te lleva por delante.

Pensadlo bien antes de intentarlo; tantas y tantas horas de tu vida que podrías usar en otra cosa, tantísimo esfuerzo que quizás se quede en nada porque que te guste escribir no implica que tengas talento y que tengas talento no asegura que tu obra llegue jamás a ningún lado. Pensad en autores como Howard o Kennedy Toole, que se suicidaron convencidos de que su amor a las letras no era correspondido. Que si, que tras la muerte el tiempo los puso en su sitio, pero para entonces las malvas que criaron estaban a su vez criando malvas. ¿Por qué digo esto?¿Quiero desmoralizaros? No, quiero advertiros. Esto engancha más que respirar, no puedes evitar hacerlo. No importa lo negras que os cargue las tintas, si os gusta escribir, escribiréis. Hacedlo solo por eso, no esperéis recompensas, no os pongáis más meta que encadenar palabras y tal vez logréis un momento de calma, ese que os da el tener en vuestras manos un párrafo perfecto y saber que es vuestro, total y completamente vuestro.

Tal vez ni eso os libre de meteros un tiro entre las cejas, pero al menos moriréis con una sonrisa en los labios.

jueves, 16 de junio de 2011

Odiosas comparaciones

Fue uno de esos encuentros totalmente fortuitos. Dentro de esta categoría solo existen dos clasificaciones posibles: los que te alegran y los que no. Este era de los segundos, en una escala de entusiasmo que todos podáis entender hubiese preferido que el tranvía me atropellase lentamente antes que encontrármela a ella. El caso es que yo estaba en la Fnac, canturreando algo mientras miraba un libro muy caro con un titulo tentador “la simbología en la pintura” y soñaba despierta pensando lo bien que estaría poder comprarlo cuando apareció ella. Apareció de la nada, sin avisar, sin anestesia, a traición. Toda sonrisas y frases cariñosas. Ella, que mientras fuimos compañeras de clase no se había dignado ni a escupirme a la cara. Ella, que me era totalmente indiferente. Decir que me sorprendió aquella reacción tan amistosa sería casi un eufemismo, pero como no hay una manera mejor de describirlo sin usar palabrotas dejaremos mi reacción en sorpresa. Elegancia ante todo.


-¡Hola Conchi!


Odio que me llamen Conchi, o Conchita. Mis padres no me pusieron este nombre para empeorarlo aún más. Sonrio, una de esas sonrisas con demasiados dientes que en realidad significa que esperas que el infierno se abra y te trague. De inmediato me doy cuenta que esto no se va a limitar a un saludo formal con su correspondiente “me he alegrado mucho de verte” y su mutis. No tendré tanta suerte, se ve a la legua que quiere charla. Sonríe acarameladamente y después de soltar la ristra de formalidades habituales en estos casos dispara sus autenticas intenciones a bocajarro.


-Oye, me he enterado de lo tu libro. ¿Qué bien, no?¿Como lo llevas?


Nueva sonrisa forzada, mismo deseo de que me caiga encima un piano. No me pregunto como sabe eso, forma parte de ese tipo de personas que siempre está al tanto de todo sobre todo el mundo. No quiero hablar del tema hasta que sea cosa hecha porque sería vender la piel del oso de antemano y con ella eso podría tener como consecuencia futuros terceros grados. No, antes que me viviseccionen con una cuchara de plástico. Hay que cambiar el tercio de la conversación, necesito pensar algo. Rebusco en mi cerebro y hago la peor pregunta del mundo.


-Bien, bien. Ya sabes muchas horas delante del ordenador. ¿Cómo van tus escritos?


Imposible seguir la narración sin soltar un taco: Soy gilipollas. Me mira ofendida y me doy cuenta dos segundos demasiado tarde de que acabo de meter la pata. Ella interpreta que yo desde el podio de mi éxito literario (lo que ella interpreta como éxito literario, porque a día de hoy ambas estamos empatadas a cero en el marcador de libros publicados) estoy tratando de humillarla al preguntarle por su eterna novela. En realidad intentaba escaquearme de una pregunta, tratando de no meter la pata acabo de cubrirme de gloria. Brillante estrategia.


-Acabé hace unos meses-Me contesta en un tono totalmente gélido- Ahora la estoy revisando, pero creo que la voy a traducir para mandarla al extranjero, o igual la sacó directamente en digital. Es una literatura que no está hecha para el gran público. No es para todo el mundo, como la tuya.


Ya estamos con los concursos de quien mea más lejos. Asiento con diplomacia, le deseo suerte y calculo la distancia que hay hasta las escaleras mecánicas. Igual si doy la espantada puedo huir antes de que se recupere de la sorpresa. Imposible, tuve que aguantar media hora eterna sobre las injusticias del mundo editorial y lo incompetente (o ruin) que es esta industria. La amarga lucha del artista contra el sistema opresor y mercantilista. Que me vas a contar


-Tú has sido más lista. Has escrito lo primero que te ha venido a la cabeza y te ha salido bien.


-Si, soy un genio del marketing-Contesto sin entusiasmo


¿Colará si la mato y alego defensa propia? Como no estoy segura, me despido y me largo. Ya no quiero comprar libros, ahora prefiero averiguar cuantas frases soeces puedo construir sin repetir adjetivos. Os aseguro que muchas


Nunca he estado dispuesta a entrar en juegos de roces y envidias, de celos infundados y todo lo que acarrean. No me creo en condiciones de mirar por encima del hombro a nadie y menos a raíz de lo que cada cual pueda considerar como “literatura digna” o aun peor “arte”. Si quiere jugar a la artista maltratada me parece perfecto, toda actitud es respetable, pero que me deje al margen. Hay mucha otra gente mejor dispuesta a entrar en estos eternos debates, que por otra parte son como vaciar el mar con un cubito; entretienen hasta que te das cuenta de que no vas a ninguna parte.


Tal vez mañana una editorial decida hacer justicia cósmica y publique su obra, entonces podrá volver a mirarme desde la cumbre de su excelencia y yo me quedaré exactamente donde estoy. Ambas seremos más felices, se restablecerá el orden del universo. Ella luchando duramente con las arduas metas de la “alta literatura” y yo en mi casa echándole horas al ordenador sin más pretensión que acabar mis historias y tener la inmensa suerte de haya quien las lea. Que perduren o no. Que sean éxitos o fracasos. Eso ya escapa de mis manos. Solo espero que no llegue el día en que necesite compararme con nadie para sentirme “artista”. Si llega, por mi propio bien, matadme.

lunes, 13 de junio de 2011

Señores de godos

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Ponerte a escribir tu primera novela nunca es fácil. Pero para decidir que vas a escribir tu primera novela, que va a ser una novela histórica y que encima vas escribir sobre la hispana visigoda (un periodo histórico que no es que esté precisamente bien documentado) hace falta tener valor. Hay tanto ejemplo de mala novela histórica medieval o pseudo medieval que no me voy a molestar ni en citarlos, seguro que a todos se os ocurren al menos tres muy malas novelas de ese periodo. Lo difícil es dar con las buenas y no deja de ser paradójico que precisamente una época tan interesante, tan rica y que ofrece tantas buenas posibilidades para todo se desperdicie tanto. Aunque esto tiene explicación: suelen ser novelas mal documentadas en las que el autor acaba por hacer ciertas concesiones, normalmente innecesarias, a favor de la historia y que terminan convirtiéndose en pastiches difíciles de creer. Es mucho más raro, aunque también los hay, lo que son tan firmemente fieles a los datos que al final son casi ensayos históricos. Muy rigurosos, eso nadie lo niega, y también muy aburridos. Encontrar el equilibrio entre rigor histórico y entretenimiento es complicado.

Juan Antonio Caro Cals decidió que iba a escribir una novela histórica, situada en el reinado de Atanagildo (551-567). Periodo que a mí en la universidad me fascinó y también me hizo sudar tinta porque no es que sobren las fuentes documentales. Bueno yo siempre digo que la gente que se pone a estudiar ingeniería o arquitectura estan todos un poco locos y él es arquitecto así que... El caso es que se lió la manta a la cabeza, se pasó un par de años documentándose y luego se puso a escribir su primera novela. Con dos cojones. Conozco a poca gente capaz de hacer eso. “Señores de godos” está MUY bien documentada, tiene las concesiones justas y sobre todo engancha. Empecé a leerla una noche en la que estaba saturada de corregirme a mi misma. El plan era leerme solo las primeras páginas para ver como pintaba. Esa noche me acosté a las cuatro de la mañana. Me leí la primera parte del tirón porque sencillamente no podía parar. En una semana me la había terminado las casi quinientas paginas.

Me gusta como escribe, el lenguaje y la corrección de los diálogos te ponen en situación sin esfuerzo. Está llena de pequeños detalles que logran que te acerques a la narración y tiene algunos personajes a los que llegas a coger cariño ( y dos de ellos a los que terminas odiando profundamente, pero bueno, para eso están) además tiene buenas escenas de acción, muy épicas. Ya sabéis que a mi me gusta mucho una cuchillada en el momento oportuno.

Brándila de Ravena es un ostrogodo(casi dos ostrogodos)un pelín picto superviviente de la invasión de Italia por parte del ejército bizantino de Justiniano. Un tanto bruto a ratos y a ratos sorprendentemente divertido. Brándila es un tipo complejo y muy, muy humano que un poco por rencor, un poco por amor y otro poco porque no le tiene mucho cariño a la vida se acaba convirtiéndose en una pieza clave para frenar el avance de las tropas de Justiniano en Hispania. Pero “Señores de godos” no es solo su aventura. Otros personajes se verán arrastrados por su estela y gracias a sus andanzas pasearemos por una península en la que el recuerdo del imperio romano se desmorona. Una época se ha terminado y otra no acaba de cuajar.

jueves, 2 de junio de 2011

Crónicas de Dracontrand: El guerrero elfo

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Parecer ser que en las altas esferas literarias alguien decidió hace tiempo que la literatura fantástica se constituía por textos de baja calidad y argumentos pueriles, decidió que su temática estaba agotada y que, atendiendo a estos hechos irrefutables, su destino era el publico infantil, como si precisamente este público fuese poca cosa.Me gustaría que algún día uno de esos misteriosos gurús que deciden que es literatura digna y que no lo es tropezara con “El Guerrero elfo”. Posiblemente se tragaría sus palabras.

“Las crónicas de Dracontrand: El guerrero elfo” Es un titulo de esos que hace que los listillos levanten una ceja y piensen “Vale, ya estamos con los tópicos de siempre” pero su autor, Francisco Paula Pérez de la Parte (bonito nombre para un caballero del Siglo de Oro), ganó el año pasado el concurso de narrativa juvenil de Jaén y su libro está editado por Random House, que no es moco de pavo. Solo por eso ya merece la pena dejarse los prejuicios en casa y echarle un vistazo. Y si lees las primeras paginas, que son preciosas y muy tiernas nos damos cuenta que estamos lejos de un libro típico. Puede que tenga que los elementos del genero de espada y brujería: elfos, enanos, dragones…pero “El Guerrero elfo” va más allá. Elán es un gran personaje, nada que ver con los héroes solitarios y altivos que ni sienten ni padece. Es un tipo entrañable que se preocupa por los que lo rodean con un gran realismo de sentimientos, podemos comprender sus motivaciones. No es un caudillo épico sino un buen chico desbordado por los acontecimientos que quiere volver a su casa, que quiere a los hacen bien y no llega a odiar a los que le hacen mal. Es bondadoso pero no tonto. La verdad, acabas por cogerle mucho cariño.

El libro está además bien escrito, siempre me alegro de encontrar un libro que se pueda disfrutar a cualquier edad. El lenguaje, las descripciones, la creación de los personajes son impecables. Todo encaja, no hay más cabos sueltos que los necesarios. Quizás echo de menos un poco más de impacto en las escenas de acción pero ya sabéis que yo soy un poco carnicera para estas cosas. En resumen: se acercan las vacaciones y querréis leer cosas entretenidas ¿Qué puede ser mejor para evadirse de los calores que una dragona de nombre complicado y aliento gélido?

lunes, 23 de mayo de 2011

Feliz Cumpleaños

Hace tres años que escribo este blog, antes de que me animasen a compartir el particular universo de la Corte de los Espejos yo ya escribía (cuentos principalmente) y sobre todo me contaba historias a mi misma. Soy una yonki de letras y pese a que me quejo de las noches en blanco, de las horas que les robo a parientes y amigos, de la frustración de no acabar de alcanzar lo que realmente quiero decir, del sin fin de inseguridades de todo tipo y de eterna maraña de dudas, debo confesar que mi caso no tiene remedio y que no creo que exista rehabilitación posible. Al igual que el viejo ermitaño de “La Historia Interminable” escribir es lo único que puedo hacer para ser yo misma.

Ahora mismo estoy en una encrucijada de caminos y como todo buen cruce (ya sabéis ese momento de inflexión que hay en cada historia, ese punto de no retorno) exige tomar una decisiones. No creo que pueda hacer trampa como en los libros de “elige tu propia aventura” y volver páginas a tras para averiguar que puede pasar si en lugar de la puerta verde, elijo la roja. La vida tiene el defecto de ser unilateral la gran mayoría de las veces. Ya he tomado mis decisiones y ahora tengo que esperar a ver hasta donde me llevan, aunque la verdad es que si lo miro con cierta perspectiva tal vez las cosas no cambien tanto: pase lo que pase seguiré escribiendo y este blog seguirá cumpliendo años. A veces habrá mas lectores y a veces no habrá ninguno. Por ahora voy agradeceros que llevéis tres años conmigo y que mostréis tanto interés por la Corte de los Espejos. Solo con eso ya me habéis convertido en una escritora afortunada, porque a fin de cuentas las historias solo tienen sentido si tienen un público que las espere. Y vosotros sois el mejor de los públicos. Sinceramente: muchas gracias y feliz cumpleaños

lunes, 9 de mayo de 2011

La creación de retropólis

Hubo una vez un hombre y una máquina voladora. Una noche mientras atravesaba un denso campo de bruma el hombre se perdió. Tenía altímetros y monitores, tenía todo tipo de agujas, botones y mandos para deslizarse sobre el cielo pero ni la danza de los indicadores ni los trazados mapas podían decirle donde estaba. Volaba sin rumbo, perdido en la niebla, sin distinguir otra cosa que retazos de mar bajo él y nubes cegándole todas las rutas. El combustible se agotaba poco a poco, y aunque el piloto no quería aceptar la muerte como una certeza escribió una ultima carta a su familia, esa carta que muchos soldados escriben sin saber si quiera si alguien llegará a leerla alguna vez. No se despidió porque quería dejar tras de sí un resquicio de esperanza. Les contó que había aterrizado en una ciudad increíble hecha de piedra, hierro, cristal y estaño. Una ciudad donde las casas se alzaban en un equilibrio imposible hasta el mismo cielo. Donde no había dos edificios remotamente parecidos. Los había feos y toscos, mientras otros eran hermosas filigranas salpicadas de pinturas y estatuas, algunos eran tan ligeros que se podían cambiar de sitio solo con empujarlos, otros tenían patas y otros flotaban gracias a hélices colocadas como molinillos en los tejados. Otros en lugar de alzarse a cielo abierto se hundían en la tierra. Era la ciudad con la que habían soñado alguna vez los sabios de todas las épocas, los soñadores, los locos, los artistas, los necios… Por sus calles torcidas los borrachos caminaban en línea recta. Antaño hubo muchas puertas para llegar a esa ciudad que acogía a cualquiera que fuese capaz de imaginarla, se podía llegar andando o subido a las espaldas de un hada verde. Pero la humanidad dejó de pensar en ella y los caminos se cerraron. Se perdió la magia y con ella los hombres perdieron la cordura, fue un tiempo de sin razón y de guerras crueles, hombre contra hombre, hermano contra hermano. Él había encontrado la ciudad y su misión era volver a abrir los caminos y deshacer el daño hecho por el olvido. Sería una ardua tarea, tardaría mucho en volver, si es que alguna vez volvía. Tenía que quedarse en la ciudad y soñar, tenía que crear nuevas puertas.

El combustible se agotó. El hombre no regresó a su casa. La máquina no fue encontrada.

Algunos creen que Retrópolis ya existía y que el piloto llegó hasta ella gracias a un camino perdido. Otros piensan que Retrópolis fue naciendo mientras la imaginaba un hombre que no quería morir. La mayoría nunca ha oído hablar de ella, ni lo harán mientras vivan. Y sin embargo todos hemos paseado alguna vez por sus calles torcidas y silenciosas. Todos hemos estado alguna vez en la ciudad que sale en los márgenes de los mapas, la que está a orillas del tiempo, al filo de nuestra memoria.

jueves, 7 de abril de 2011

Existen las hadas

Existen las hadas, podéis arquear las cejas y soltar una risilla prepotente ante semejante afirmación, podéis negarlo y argumentar con aplastante lógica los motivos de esta negación. Esta la lógica, está la ciencia, está la realidad misma con toda su tiranía para demostrar lo contrario. Se puede hablar de que son mitos basados en el folclore, dar datos, explicar el origen y el motivo de estas creencias desfasadas. Puedes decir que los ordenadores y la tele las han matado, que al final la nada ganó la batalla y se tragó la Torre de Marfil enterita. Podéis decirme lo que queráis y hablar durante horas con la sincera certeza de un premio nobel en física. Al acabar la perorata, yo como la necia que soy desafiaré todo razonamiento e insistiré con el argumento más irrefutable y menos creíble de todos: Existen las hadas, las he visto, he vivido con ellas. Llegados a este punto exigiréis pruebas y como me parece una petición razonable os ofreceré datos, hoy día los datos mandan, la imagen manda. Si alguien ha podido estudiarlas, si alguien tiene imágenes, historias contrastables, fuentes bien documentadas cualquier cosa puede atravesar el velo de la imaginación y convertirse en algo tan real como un filete con patatas (me refiero a un filete con patatas que no te estés imaginando, claro está).

Existen las hadas, yo las he visto y antes que yo las vio Joan Gómez, este hombre quedó tan impresionado que las fotografió para un libro fantástico:

http://www.joangomez.com/fotoshadas.htm,

Allí descubrí que conocía a dos hadas, como quien dice de toda la vida y que no estaba loca, él también las había visto. No hay glamour lo bastante potente para ocultarlas.

El Gaitero y la Señorita Nebel existen; viven en una casa mágica llena de libros maravillosos y cosas extrañas, tienen más llaves que cerraduras (sospecho que porque conocen puertas secretas que nadie ha visto jamás) tienen un tigre que parece un gato. Una gata feroz que de hecho puede convertirse en muchos gatos, aunque esto no es tan extraordinario, cualquier felino un poco listo puede hacerlo. Es cierto que él toca la gaita y cocina maravillas, es cierto que ambos pueden esconder tinta bajo tu piel, sortilegios poderosos con efectos inesperados si eres capaz de pasar de pasar la prueba de sus agujas. Es cierto que ella tiene una mirada fascinante y que igual te hornea galletas que te cose una marioneta. Es cierto que viajan en el tiempo para ser anfitriones de extrañas fiestas. No me estoy inventando nada. Todo es verdad. Y si aun así insistís en no creerme será mejor que os enseñe unas fotos que no he hecho yo, sino Joan, que también pudo desenmascaras a estas hadas disfrazadas de gente muy poco corriente.

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Son hadas y tengo la fortuna de conocerlas bien, de quererlas y de echarlos de menos. Se hacen llamar Mireia y Raúl (O Raúl y Mireia) ante los extraños pero vosotros sabéis igual que yo que tienen otros nombres.
Y ahora que los conocéis no podéis decir que estoy loca.

lunes, 14 de febrero de 2011

Y lo que pasó despues

Mientras Marsias decidía marcharse en busca de su majestad, ocurrieron otras cosas. El amor tiene un lado amargo y otro amable

Nicasia deshizo los lazos del jubón cegada por los besos de la gata, sus manos lucharon durante un momento interminable con unos lazos atados a conciencia. Maldijo entre dientes mientras Manx se moría de risa. Por fin los nudos cedieron y la prenda se aflojó totalmente vencida, dejando a la vista unos pechos perfectos, redondos y cubiertos por una difusa lluvia de pecas cobrizas. La knocker los acaricio, eran cálidos como la arena al sol. Todo lo que había bajo la tela era precioso, la piel acaramelada que se cubría de furtivas rayas doradas a la alturas de los hombros, el suave hueco entre sus clavículas y el cuello largo y flexible que vibraba con un ronroneo feliz respondiendo a cada una de las caricias que dejó caer sobre el. Le quitó la prenda con un movimiento brusco e impaciente. La phoka se tumbo bocarriba sobre el camastro y le acaricio la nuca, atraiéndola hacia ella.
-Nunca pensé que te atreverías a hacerlo-Le susurró juguetona al oído.
-Ya somos dos-Contestó con la voz ahogada mientras sentía como los pezones de Manx se ponían duros entre sus dedos-Eres la cosa más jodidamente bonita que he visto jamás.
Su amante empezó a desabrocharle la camisa, mordiéndose la punta de la lengua. En sus pupilas alargadas había un brillo travieso.
-Es increíble haberte encontrado en mitad de una guerra-Le dijo la gata
-Olvídate de esa mierda. Esta noche no.
Manx le acaricio un hombro y entreabrió los labios, incitante.
-Hazme olvidarla tu- Susurró en un tono que hizo que se le erizara el pelo.
Nicasia se soltó las correas de su aparato ortopédico y lo lanzó a la otra punta de la habitación. Manx le abrió la camisa y dejó escapar una carcajada. La ingeniera no tenía nada que mereciera la pena sostener, así que e lugar de corpiños o sostenes usaba una sencilla camiseta de tirantes a modo de ropa interior. Antes de que le diera tiempo a avergonzarse por aquel detalle la gata se pegó a su boca.
-Eres el hada más extraña que he conocido jamás-dijo después de besarla.
-¿Como tengo que tomarme eso?-Pregunto la knocker alzando una ceja.
-Luego lo piensas-Contestó Manx mientras le guiaba las manos entre las enaguas hasta ponérselas sobre los muslos con impaciencia. La knocker pasó las yemas de los dedos sobre aquel terciopelo finísimo sintiendo que se le secaba la garganta. Le alzó la falda para descubrir un imposible laberinto de encajes. Resopló y volvió a soltar una palabrota, tras un momento de lucha solo había conseguido deshacerse de la ropa interior. La falda se presentó como un obstáculo insalvable, dispuesta a no dejarse entretener ni un minuto más metió la cabeza bajo la testaruda carpa encarnada y recorrió aquellas piernas que tantas veces había visto saltar de tejado en tejado. La respiración de la gata se convirtió en un mar de suspiros. La ingeniera se movía en una ceguera de color escarlata. Dejó caer los labios sobre el sexo de Manx. La phoka se tensó como una ballesta y dejó escapar un maullido suave. Nicasia cerró los ojos, una paz inmensa la inundó de pies a cabeza. No había otro sitio donde quisiera estar. Cuando resurgió de entre los pliegues de la falda la reclamaron una sonrisa agradecida y unos brazos extendidos.
-Te amo- Manx le lamió una mejilla con su lengua de lija-Nunca pensé que le diría esto a nadie. Pero no puedo guardármelo. Es demasiado grande para mí.
La ingeniera sonrió timidante, aquella frase se le enganchó en las entrañas como un anzuelo y la hizo dolorosamente feliz. Nadie jamás le habían dicho algo así.
- Podría morirme ahora mismo- contestó la ingeniera mirando al techo-Y no me importaría.
-Espera un poco para morirte-replicó burlona la otra
Manx logró bajarle los pantalones hasta las rodillas con una facilidad insultante, y su ropa interior tampoco opuso ninguna resistencia. Antes de que le diera tiempo a asombrarse unos dedos ágiles se le escurrieron entre las piernas domando cualquier intento de resistencia con una caricia tan hábil que pensó que la piel se le derretiría sobre las sabanas. Busco la boca de la gata con un ansia desconocida para que sus gemidos se ahogaran entre sus labios.
-Antes me precipité, es ahora cuando me puedo morir-Dijo en cuanto recuperó el aliento-Mañana no me importará nada de esta estúpida guerra.
-No pienses en mañana. Mañana queda muy lejos y la noche es larga.
-Es difícil no pensarlo- Nicasia se quitó los pantalones del todo y apoyó la frente en el frescor de la pared-Podría pasar cualquier cosa.
-Tienes razón. Podría pasar cualquier cosa, pero pasará mañana. Ahora estamos aquí.
-Quédate a dormir conmigo-rogó la peliblanco entrecerrando los ojos.
-¿Dormir?-contestó su amante algo decepcionada- Aun es pronto para irnos a dormir. Hay una cosa que quiero oírte decir.
-¿A qué te refieres?
La gata la obligó a poner las manos en la espalda con un movimiento mimoso. Al principio pensó que estaba la acariciando las manos, pero cuando intentó devolverle el mimo se dio cuenta de que tenía las muñecas atadas con uno de los lazos de los que tanto le había costado librarse. La knocker se revolvió asustada pero una larga caricia en la cara interna del muslo hizo que el miedo desapareciese.
-Sabes a que me refiero. Quizás creas que no…pero lo sabes- La voz de Manx tenía un tono malicioso.
Antes de dejarla contestar paseó una mano furtivamente entre sus piernas rozándola a penas. Tocándola sin tocar. Nicasia gimió y la mano repitió la maniobra algo más audaz pero también más sutil. Jugado con su ansiedad.
-Dioses- suspiró sin darse cuenta.
-Deja a los dioses. No están con nosotros.
La yema de un dedo suave se quedó inmóvil en un punto clave. La knocker cerró los ojos y se humedeció los labios.
-Te quiero –le digo con voz ahogada
El dedo hizo un movimiento lento, circular y húmedo.
-Te, quiero, te amo, te deseo-gimió totalmente desarmada-Joder, he estado soñando contigo desde que te vi luchar en la Batalla de los Tejados y desde entonces he querido tenerte a mi lado y desnudarte y amarte. Quiero que te quedes conmigo. Ahora. Siempre.
Manx la desató y le dio un besó largo y tierno, húmedo de lágrimas. Nicasia se lo devolvió en los mismos términos y después demostró que las palabras que había dicho eran ciertas, esa noche se amaron hasta quedar agotadas y el sol las sorprendió abrazadas y medio desnudas. La guerra continuaba, pero ahora era un poco menos cruel y algo más peligrosa.

lunes, 31 de enero de 2011

La noche de las murallas

Os dejo un pequeño inciso, un salto atrás calmar a algunas que me habéis pedido saber un poco más sobre Manx

-¡Viva la capitana¡!Larga vida a la defensora de las murallas¡

El grito lo inició alguien entre las tropas apiñadas junto a las puertas de la muralla y al momento lo coreaban todas las gargantas reunidas en la plaza. Nicasia respondió con un saludo desganado y una sonrisa forzada, para la muchedumbre fue bastante y no tardaron en ponerse a entonar cantos de victoria, la obligaron a repetir el saludo un par de veces más y luego se sumieron en el entusiasmo de la celebración. Para la ocasión habían encendido dos grandes hogueras en la explanada del mercado y Costurina había decidido abrir los últimos barriles de cerveza, no era gran cosa pero en la Corte hacía mucho que no había ningún motivo para fiestas. Un grupo de músicos improvisados tocaban entre las hogueras para que se pudiera bailar al calor de fuego, las canciones parecían escalar hasta el helado cielo nocturno, alrededor de las llamas los bailarines formaban extrañas parejas de baile con sus temblorosas sombras.
Marsias apuró su segunda jarra de cerveza, tuvo que alzarla un par de veces para participar en brindis que cada vez eran más absurdos, pese a que no había bastante cerveza como para que nadie se emborrachase, las hadas estaban borrachas de euforia y de música, se sentían invencibles. No les vendría mal después de tantas desgracias. En secreto agradecía que tuviesen una ocasión para sacudirse la miseria. El mismo estuvo bailando y cantando hasta que acabó por contagiarse del entusiasmo general. Buscó con la mirada a la peliblanco dispuesto a que ella fuese su única pareja el resto de la noche, Pero no estaba en la plaza, ni en las calles colindantes. No la buscó demasiado tiempo, en cuanto se alejo de la música y pudo volver a escuchar sus propios pensamientos comprendió que no la encontraría donde hubiese jaleo.

Nicasia observaba la fiesta sentada entre las almenas de la segunda muralla, desde allí podía contemplar todo lo que ocurría en la plaza manteniéndose en un discreto segundo plano. Marsias la descubrió dando un largo trago de una frasca que parecía contener algo más fuerte que la cerveza de Costurina. La bebida le encendía la cara y el rubor se mezclaba con los dibujos de sus mejillas. No parecía estar especialmente satisfecha, ni feliz. Más bien parecía sombría y contemplaba la celebración con una mezcla de ansiedad y tristeza. Marsias sabía que la peliblanco veía mucho mejor que él en la oscuridad, así que se ocultó en el recodo de una torre de guardia cercana. Le apetecía contemplarla un momento y tratar de entrar en aquella cabeza tan terriblemente hermética, había creído que empezaba a conocerla cuando estalló la guerra. Entonces el hada silenciosa y retraída que había sido hasta aquel momento dejó paso a alguien firme y decidido, con una claridad de ideas que llegaba a asustar. El ya le intuía una fuerza de voluntad fuera de la común y aun así la sorprendía aquel carácter férreo y poco dispuesto a dejarse intimidar, que había mantenido la Corte como un bastión inconquistable cuando el gobierno la abandonó dándola por perdida. Y aun así, pese a los éxitos estaba siempre en un estado de pasiva expectación que la mantenía aislada de todo. Parecía estar esperando algo que no llegaba a ocurrir jamás.
El sátiro contempló como le daba un par de sorbos callados a su botella y se quedaba inmóvil, con los ojos clavados en la plaza, después se sentó soltando un par de palabrotas muy sonoras. Se frotó la pantorilla de la pierna tullida, aflojó un poco las correas de su aparato y giro un par de tornillos. No pareció que aquella maniobra la aliviase demasiado. Siguió bebiendo en silencio y maldiciendo en su lengua natal, el patacabra no se dio cuenta de que era lo que miraba Nicasia con tanta atención hasta que la escuchó silbar y marcar el ritmo de la música con el pierna sana: miraba a los bailarines, no con ansiedad sino con envidia. Una oleada de compasión encogió el corazón de Marsias y lo hizo salir de su escondite. Se adelantó un par de pasos.

-¿Qué carajo haces aquí?-Preguntó la nocker con voz pastosa.

-Necesitaba despejarme. Demasiado jaleo aquí abajo. Creo que los dos hemos tenido la misma idea.

Nicasia le alargo la botella sin mayores ceremonias, el patacabrá la aceptó y dio un largo trago, era un licor que no conocía con un sabor endiabladamente fuerte. Le costó tragárselo

-¿Qué es esto?-Preguntó horrorizado

-Ginebra de TocaEstrellas-Contestó ella reclamando la botella con un gesto.

-¿Licor goblin? ¿Cómo has conseguido esto?

-Lo destilo yo. Pásame la botella.

-Creo que has bebido demasiado-Le respondió negando con la cabeza

-Yo también lo creo, pero esta noche todos tenemos derecho a divertirnos.

El sátiro dejó la botella en el suelo y se sentó junto a la peliblanco, esta le apoyó la cabeza en el hombro con un gesto torpe, de marioneta sin hilos. Le hubiese gustado pasar el brazo por los hombros de ella y acercarla aun más a su lado. Podría haberle susurrado algo al oído que le hubiese hecho sonreír de verdad. No hizo nada de eso.

-No veo que te diviertas.

-No tengo motivos.

-¿Cómo que no?-Marsias exageró el tono de asombro de sus palabras- Esta semana hemos repelido a los sidhe dos veces y anoche retiraron el campamento. Casi los hemos vencido.

-Sois unos rematados gilipollas si de verdad os creéis eso. Los ataques solo han sido pruebas para medir nuestras fuerzas, no han atacado con todas sus tropas ni una sola vez. La próxima vez que vengan, vendrán en serio y estaremos jodidos…

Nicasia se puso en pie manteniendo el equilibrio de puro milagro, su cuerpo se balanceó peligrosamente al borde de la muralla. Se apoyó en una de las almenas y señaló las posiciones enemigas con una mano que no era capaz de mantenerse firme.

-Se han alejado, pero siguen en nuestra orilla del río, lo que han hecho es poner a salvo su campamento. Ya no podemos recoger agua. Tendremos que apañarnos con los pozos

-Tenemos muchos. No será problema.

-Espera que empiece a nevar y se hielen. Vas a tener que rascar el agua de los tejados y no necesito decirte lo poco saludable que es eso. No han abierto el sitio, el invierno se nos echa encima y vamos cortos de todo…de víveres, de medicinas, de armas, de leña…en cuanto estemos faltos de gente nos habrán dado por culo a base de bien.

El sátiro intentó tragar saliva, eran cosas en las que no había pensado. Y eran aterradoramente lógicas, tanto que por fuerza tenían que ser ciertas. No estaban a un paso de la victoria como habían creído, más bien a un paso de la derrota. Dio un trago al aguardiente goblin, esta vez no le parecía tan fuerte.

-Debe haber algo que podamos hacer- Se giró hacía Nicasia esperando una respuesta salvadora

-Cuando el gobierno de la ciudad huyo caballerosamente y nos dejó a nuestra suerte se llevó todas las armas que podrían habernos sido útiles, ni de lejos somos bastantes para atacar el campamento. Solo nos queda una esperanza.

-¿En que piensas?

-Tenemos que pedir auxilio a FuegoVivo y después tratar de llegar hasta el ejército de la reina para que nos mande algo. Lo que sea.

Marsias negó con la cabeza, no veía muchos motivos para ser optimista.

-FuegoVivo es neutral, no combate y la única ayuda que presta a ambos bandos es la de curar a los heridos que lleguen a su puerta.

-¿Se van quedar a salvo tras su muros del bosque mientras nos masacran? Seguro que luego tienen la delicadeza de venir a enterrar los cadáveres. Les mandaré una nota para que no toquen el mío. Que se lo queden de recuerdo.

-Tienes que entenderlos, jamás han participado en ninguna guerra. Durante siglos se han mantenido en paz

-Eso es porque hasta ahora la guerra no ha llamado a sus puertas. Eso cambiará esta vez, ya lo verás.

-¿Tus esperanzas están en FuegoVivo?

-No, están con el ejército de su majestad, pero no sé como llegar hasta ellos. Han capturado a todos los mensajeros que he enviado. Necesito a alguien bueno.

-Envía a Manx. Ella podría llegar hasta la reina.

Era una buena idea, la gata era una excelente baza a la hora se atravesar las líneas enemigas. Iba y venía como una sombra, sus informes solían ser acertados al detalle y además sabía defenderse, era una misión peligrosa pero estaba hecha a su medida. Y luego estaba el otro motivo para enviarla a ella. Las miradas que a veces compartía con Nicasia, la complicidad que estaba naciendo entre las dos. Marsias envidiaba aquella cercanía. Observó como la peliblanco se tomaba un momento para meditar sus palabras y por un momento alimentó una tormenta de sentimientos encontrados

-Manx es nuestros ojos fuera de estos muros, solo ella es capaz de cruzar sus barreras y volver sin que la vean, la información que trae es demasiado valiosa y nos provee de medicinas. Si la envío a ella perderemos a nuestra mejor baza durante mucho tiempo y no puedo darles esa ventaja. Aunque quizás sea la única solución

-¿Entonces que harás?

-Estoy pensando en ir yo

-¿Estás loca? Sin ti no aguantaremos ni tres días, eres la única que puede poner orden aquí. Eres imprescindible. Además ¿Qué vas a hacer? ¿Echar a correr y esquivarlos a todos?

Nicasia apretó los labios y miró al sátiro con tanto odio que Marsias pensó que iba a pegarle, se había dado cuenta de lo desafortunado de sus palabras mientras las pronunciaba, recordó el modo en que observaba a los bailarines, la misma mirada envidiosa con la que seguía las acrobacias de Manx por los tejados.

-Lo siento…lo he dicho sin pensar.

Una sonrisa torció el rostro de la nocker y acabo por convertirse en una carcajada amarga.

-No, tienes razón. He dicho una estupidez.

-Si hubiese sido mejor medico tendrías la pierna bien.

-Si hubieses sido peor médico estaría muerta. No te sientas mal, no me mordiste tú.

-No me entiendes, mi abuelo siempre me insistía en que algún día me arrepentiría de no haber terminado mis estudios de medicina. Y tenía razón, ese viejo cabrón siempre tiene razón.

-¿Quieres dejarlo de una puta vez? ¡Ya te lo he dicho; yo no te culpo, no me debes disculpas ni nada parecido¡ Que mi cojera te haga lloriquear no me ayuda nada, ni a ti tampoco. Las cosas salieron como salieron y hablar de ello no lo cambiará.

-Pensé que echarías de menos algunas cosas.

Nicasia logro hacerse de nuevo con la botella y apuró un largo trago, eructo con fuerza y se limpió la boca con el dorso de la mano sin ningún remilgo. Después empezó a reírse, una risa descontrolada que la sacudía de pies a cabeza y que el sátiro jamás le había escuchado. Marsias cogió la botella y la lanzó por encima de la muralla.

-¡Eh¡-Exclamo la nocker-Eso era mío

-Ya está bien por esta noche, mañana tendrás una resaca horrible.

Demasiado borracha para seguir protestando apoyó la cabeza en el pecho del sátiro. Marsias sentía su aliento contra la piel, bajo la calidez de su respiración el corazón le golpeaba las costillas con fuerza de un puño.

-¿Crees que hecho de menos pegarme una carrerita de vez en cuando? Eres tan ingenuo. No, solo me gustaría no tener que atornillarme esta chatarra a la pierna cada mañana. Duele de cojones. Y poder subir una escalera de un tirón. A veces me apetece pegarle una patada en el culo a alguien…poco más.

-Cuando llegue mirabas a los que bailaban en la plaza. Pensé que te gustaría bailar.

-¿Bailar? Ni loca. Dejé de bailar mucho antes de llegar a la Corte. Lo odiaba.

El sátiro se atrevió a abrazarla, ella no trató de evitarlo ni de soltarse.

-Yo que pensaba pedirte un baile.

-Ni borracha, ahórrate el trabajo.

-Entonces tendré que pedirte otra cosa.

Nicasia bostezó

-Hummmm-Murmuró adormecida.

El satiró sujetó la barbilla de la peliblanco y le alzó la cabeza. No era una belleza, se había pasado con el aguardiente y estaba agotada. Aun así quería besarla,
quería repetir el beso que le había arrancado en el patio de su vieja casona cuando apenas se conocían. Acercó los labios y Nicasia escapó de sus brazos, escurridiza como un pez.

-No es buena idea-Dijo luchándose por ponerse en pie-No es el mejor momento.

Existían miles de frases para explicar porqué aquel era el momento idóneo, porqué podía ser justo entonces y no en otro momento. Marsias tenía todas las cosas que podría haber dicho flotando difusas en su mente, espejismos de palabras que no acababan de hilarse en un pensamiento coherente. Intuiciones que sentía con una certeza feroz pero que no podía nombrar. No dijo nada y Nicasia aprovechó el silencio para darle un par de palmaditas en el hombro a modo de despedida y bajar las escaleras de la muralla dando tumbos. En cuanto estuvo solo en las almenas supo con exactitud que debía decirle. Fue como despertar de un trance, de repente todo estaba perfectamente claro. Bajo las escaleras a la carrera y se lanzó tras ella. Las hadas se agolpaban en las calles, tuvo que atravesar la plaza y abrirse paso entre los coros de danza. Buscaba su cara en mitad de un mar de caras. No resultó tarea fácil por fin la vio al final de un callejón, caminaba despacio, tratando de disimular su estado. Manx le salió al paso como hacía siempre creando una falsa casualidad, saltó desde lo alto de una ventana y aterrizó ante la peliblanco que perdió el equilibrio y cayó de espaldas al suelo. Al ayudarla a levantarse la gata le regaló a Nicasia su mejor sonrisa y también una generosa visión de su escote.
Marsias sintió rabia, la gata sabía lo que sentía por la nocker, eran amigos. No debería comportarse así “Da igual lo que hagas” pensó mientras trataba de esquivar a un par de parejas que giraban enredadas en sus pasos de baile “No le gusta que nadie se acerque demasiado, no te dejará tocarla” Nicasia esquivaba cualquier tipo de intimidad física con una habilidad largamente practicada. Al sátiro le había costado mucho tiempo conseguir que aceptase sus muestras de cariño mejor intencionadas, por eso se quedó paralizado cuando Manx la agarró por la cintura y ella simplemente se dejó hacer. Consiguió avanzar unos pasos, ciego de rabia. Las dos intercambiaban frases y risas mientras se perdían en una calleja estrecha lejos de la multitud. El sátiro no sabía porque las seguía, no sabía que haría cuando las alcanzase, se sentía ridículo y aun así continuaba andando tras ellas. Veía a la pooka coquetear sin tapujos, la peliblanco bajaba la cabeza para ocultar sus sonrisas y apenas sabía donde mirar. “La estas incomodando” pensó el sátiro sintiendo una satisfacción cruel “Antes de que te des cuenta se habrá marchado”. Llego a la entrada de la calle. Manx dijo algo y después dejo escapar una carcajada sincera. Entonces Nicasia hizo lo que el sátiro jamás se hubiese imaginado, arrinconó a la gata contra la pared y la beso en los labios. Manx la atrajo contra su cuerpo y respondió con otro beso mientras Marsias sentía que se deshacía en el aire como si nunca hubiese existido. Se detuvo en seco, giró y se marchó sin volverse a mirar ni un momento.
Nada le parecía real, llegó hasta su casa casi sin darse cuenta. Se dejó en caer en cualquier lado y lloró hasta que se quedó primero sin lágrimas y después sin fuerzas. Fue un llanto lleno de vergüenza y resentimiento. Que estupido, las cosas habían pasado delante de sus narices y él no había sabido darse cuenta. Ahora comprendía cada mirada que Nicasia y Manx habían cruzado, cada sonrisa. Comprendía la enorme cantidad de veces que había hecho el ridículo y quiso desaparecer. El amanecer lo encontró deshecho. Cuando hubo escupido hasta el último gramo de dolor que le quedaba dentro supo cual era su única salida. Fue a su escritorio, cogió un pliega de su mejor pergamino y escribió.

No se podía salir de la Corte, al menos teóricamente. Todas las puertas estaban vigiladas por los sidhe desde el exterior, todas menos la que usaba Manx para sus incursiones. La rueda del viejo molino. El cauce del molino estaba seco desde que los sidhe habían cerrado la presa, y se había llenado de malas hierbas. Pero esto ofrecía una cobertura perfecta, el bosque estaba cerca y si llegaba hasta el escapar de los nobles era relativamente sencillo si eras rápido. Marsias se acercó a unos de los adormilados soldados del cambio de guardia, los encargados de vigilar aquella salida normalmente no se tomaban demasiado en serio sus funciones. Nunca nadie había tratado de escapar.
El sátiro le tendió el pergamino al soldado, un sluagh que intentaba mantener los ojos abiertos a toda costa

-Ordenes de Nicasia-Le dijo entregándole el pergamino

El sluagh leyó el contenido, Marsias sabía falsificar la letra de la peliblanco casi a la perfección y no esperaba que el soldado hubiese leído nada del puño y letra de la capitana.

-Este sello es azul ¿no se usa uno rojo?

El sátiro resopló

-Estamos sitiados, el rojo se termino hace una semana. Mira voy a buscar al ejército de su majestad. Es una misión vital y cuanto mas tarde salga peor para mi ¿Vas a molestar mucho tiempo?

-Tengo que consultarlo-Contestó inseguro.

El sluagh cogió un silbato que llevaba al cuello para llamar a sus compañeros pero no llegó a soplar. Marsias lo tumbó de un cabezazo. Se aseguro de no haberle hecho mas daño del necesario, la cornada de un sátiro podía matar a un hada sin demasiadas complicaciones. En este caso solo tendría un buen chichón.

Marsias se arrastró por la salida, sin duda era perfecta para el cuerpo esbelto de la pooka pero él era más corpulento y no fue fácil. Aun así logró salir. El sol empezaba a estar demasiado alto, desde el campamento sidhe llegaban los ruidos del ajetreo de la mañana. Lo verían casi seguro. No importaba, tenía que marcharse, tenía que alejarse de la Corte todo lo que fuese posible. Respiró hondo un par de veces, calculó la distancia que lo separaba del bosque y rezó porque el fuego de su corazón lo estuviese guiando correctamente. Después puso la mente en blanco y echó a correr