miércoles, 23 de mayo de 2012

Escena descartada


Pues eso, os dejo otro párrafo descartado de la novela. Así hago tiempo hasta que pueda daros noticias



La sorprendió abrir los ojos, tanto como si regresase de una muerte súbita; no recordaba haberse desmayado. Seguramente nunca averiguaría por sus propios medios cómo había acabado hundida en mitad de un charco de barro y sangre. Tampoco era algo que le importase demasiado. Su último recuerdo era el de un corazón que dejaba de latir en medio de la oscuridad y después nada. Absolutamente nada…
Nicasia intentó ponerse en pie y un dolor lacerante le recorrió el brazo derecho cuando intentó apoyarse en él. Los huesos de la mano volvían a estar desmadejados, y apenas era capaz de mover el hombro. Curiosamente, esto no la asustó. Ni su ropa hecha jirones, ni ella misma cubierta de hojas, tierra y sangre. No quería saber si la sangre era suya o de otro. Solo quería ponerse en pie, y en eso centró todos sus esfuerzos. Tuvo que hacer varios intentos hasta que logró coordinar el brazo y la pierna sanos para conseguirlo. Su cuerpo protestó con diversos dolores y calambres, pero la ingeniera no les prestó demasiada atención. Se mantenía en un equilibrio bastante precario,  tambaleándose como un arbolito demasiado joven a merced de un viento caprichoso; aun así, consiguió no volver a caer. No intentó caminar, el terreno era resbaladizo, blando y traicionero. Se limito a mirar a su alrededor.
“Cuántos muertos”, pensó, y casi al mismo tiempo cayó en la cuenta de que no era la primera vez que estaba en un campo de batalla. Ya había visto escenarios parecidos. No quedaba nadie en pie. Tampoco eso era nuevo. Matar se le daba bien, demasiado bien. Si había algo nuevo entre las ruinas del pantano era el silencio. No es que no oyese voces, es que no era capaz de escuchar nada, ni el viento, ni el grito de un pájaro. Estaba inmersa en un silencio denso que le llenaba los oídos con un pitido finísimo y le embotaba la cabeza. El sol le molestaba en los ojos. Miró a su alrededor:  el terreno estaba arrasado. Había restos de cadáveres por todas partes, incluso colgados en los arboles.
Entonces recordó la explosión. Así era como ella sabía matar… con fuego y pólvora. Le debía haber salido muy bien. Allí no se movía nada, no quedaba nada. Había vuelto a vencer. Lo raro de sus victorias era que nunca le parecía que las cosas hubiesen acabado bien. Solo habían acabado; y ni siquiera para siempre.
Se esforzó por dar un primer paso, por avanzar. La dirección no le importaba demasiado, solo quería moverse, sin molestarse en mirar a su alrededor, sin pensar, sin preocuparse siquiera por el zumbido en el que se estaba convirtiendo su cabeza. Cada paso era lento y fatigoso. A veces se le hundían las piernas en lodo hasta las rodillas, y aun así no se detenía.  Estaba huyendo, simple y sencillamente. Quería alejarse de aquel escenario de miseria. En realidad le gustaría dejarse a sí misma atrás. Dejar de ser Nicasia, dejar de ser la Recorretúneles, del mismo modo que había dejado de ser Nanyalín. Aunque en el fondo sabía que por muchos nombres que usase nunca dejaría de ser ella misma, y esa era la fuente de todos sus problemas.
Terminó topándose con que, poco a poco, el terreno cambiaba a peor, cada vez encontraba menos tierra sobre la que caminar. Primero fue encontrándose charcos de agua estancada que cada vez eran más grandes. Al final acabó alcanzando el centro del pantano, un lago inmenso de tranquilas aguas verdosas lleno de juncos y plantas. Un lugar extrañamente calmado. Tuvo la impresión de que era allí hasta donde había querido llegar, porque tenía sed y estaba abrasada por el calor, porque quería tranquilidad y aquel lugar era último rincón de Terralinde.
Se contempló en el espejo negro del lago. Allí estaba: casi desnuda, rota, huesos y piel sin apenas carne que le diera forma a su cuerpo. Estaba a solas con un dolor inmenso, no solo de sus heridas; sentía su corazón como si fuese un saco de mariposas muertas; ligero, frágil, abandonado…Tanto luchar… ¿Para qué? Ella nunca obtenía lo que realmente deseaba. Su reflejo le dejaba bien claro quién era: un hada flacucha y fea incapaz de hacer otra cosa que no fuese andar hacía adelante sin ningún rumbo, sin nadie que la esperase.
Se dejó caer en el agua. Ya estaba bien, no lucharía más, no sufriría más. Un abrazo extrañamente cálido la envolvió, su cuerpo perdió peso. Paz, una paz inmensa la acogió entre el liquen y las algas mientras se hundía. No sintió deseos de respirar, ella formaría parte del cieno y los peces. Todo acabaría allí.
Entonces, recordó la mirada de unos ojos.
“Malbicho, no te rindas, no me abandones”.
Supo que le quedaba un solo motivo para volver, una sola tarea. Un amor lento y paciente. 
Encontraron a la ingeniera flotando bocarriba, inconsciente, pero con una sonrisa pintada en los labios pálidos.
Ninguna historia acaba mientras el corazón no deja de latir.

1 comentario:

Lyris dijo...

Anda de qué parte es esta escena? Sospecho que de la que me he quedado sin leer XD (Sres editores, queremos acabar de leer la corte!! XDD) podría ser después de la ciudad de piedra, pero va a ser que no, verdad... por la explosión XDD